Ayer, por fin, me decidí a ver Café Society, la
nueva película de Woody Allen y, a pesar de las buenas intenciones que vuelca
en ella, el realizador neoyorquino, falto de mejores ideas, vuelve a ofrecernos
más de lo mismo. Encallado, una y otra vez más, en la misma cinta desde hace
varios años (con la excepción de la brillante Blue Jasmin), Allen busca un
mínimo punto de originalidad al contar con Vittorio Storaro como director de
fotografía y en la (errónea) elección, como pareja protagonista principal, de
unos desaboridos Jesse Eisenberg y Kristen Stewart.
De hecho, Café Society es una historia de amor más
en la filmografía del artífice de Manhattan; una historia (¡cómo no!) de amores
frustrados, repleta de sus tics habituales, que sólo le funciona a trompicones y en la que aprovecha, sin mucho
éxito, para desmembrar de manera muy anodina al star system del Hollywood de
los años 30 y, de pasada, a la alta sociedad del Nueva York de esa misma década.
Un sinfín de forzadísimos guiños cinéfilos arropan
unos diálogos sin fuerza y unas situaciones que se me antojan totalmente
previsibles. El sentido del humor (excepto en contadísimas ocasiones) parece haberlo
perdido por el camino (ya se sabe, los años no perdonan y el genio ya va por
los 80 tacos), y sólo consigue alguna que otra escena mínimamente graciosa
cuando se centra en la familia judía de Bobby Dorfman, el personaje de
Eisenberg y, ante todo, cuando el protagonismo (demasiado esporádico) lo
adquiere Ben Dorfman (al que da vida Corey Stoll), el hermano mafioso de
Bobby y la manera expeditiva de afrontar ciertas situaciones.
Un déjà vu en el que, interpretativamente hablando,
sólo se salvan de la quema un potentísimo Steve Carell y la muy funcional Blake
Lively (recientemente vista en Infierno Azul). El resto, con muy poca
convicción, hace lo que puede con las no muy inspiradas líneas de diálogos que
les ha encargado un Woody Allen que se ha reservado para él la voz en off del
narrador.
Lejos le quedan trabajos como Días de Radio (obra
con la que Café Society tiene algunos puntos de contacto, tanto estéticos como
argumentales), pero es que el hombre, a su edad, se ha empeñado en seguir con
una película anual y, en esta ocasión, en paralelo con una serie televisiva de
seis episodios. Quien mucho abarca, poco aprieta.
5 comentarios:
Hace ya un tiempo que perdí la esperanza en el Sr. Allen. Y el tostón de Melinda y Melinda fue el colofón. Y, claro, si encima me pone a los sosos esos de protagonistas (que no he visto gente con más cara de aburrimiento, ambos los dos, la chiquilla de los vampiritos y el supuestamente gracioso de los zombies... y mire que Zombieland me encantó, a pesar de él), ya me entran ganas de ir a ver otra peli o mejor quedarme en casa y volver a ver Zelig que me parece de las más divertidas.
Y a otra cosa, que era a lo que venía yo aquí:
El pobre de Curtis Hanson se ha muerto. Informo.
Una pena lo del Hanson. Este verano me volví a repasar la magnífica L.A. Confidential.
Y de las antiguas, todavía me parece que está bastante bien, aunque sea de lo más típica y obvia, la de La Mano que Mece la Cuna.
Por cierto, que hablando también de muertos, se ha muerto Brangelina, como supongo que ya todos sabrán. Ahora cada uno por su lado. Debe ser un lío entre tanto niño y tantas propiedades. Yo, si me separo, sólo hay que decidir qué hacemos con los platos, los vasos, los cubiertos y poco más, y seguro que hay movida. Así que si lo que hay que repartir son 12 casoplones, 10 carrazos, el pastón de las cuentas corrientes, las joyas, los cuadros, los fondos de inversión, el yate aparcado en Mónaco... pufff... qué pereza!! si por eso yo no soy rico, mucho follón y mucho dinero que contar.
No olvide repartir las flaneras, Maese Caligae
¿Y ahora Angelina se irá a vivir con su padre? Pobre mujer...
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