8.6.09

Los Otros

Desde que Henry Selick urdiera Pesadilla Antes de Navidad bajo la egocéntrica batuta de Tim Burton, han pasado muchos años para que se le reconociera la verdadera autoría de tal obra. Y ello no ha sido hasta ahora, habiendo pasado antes por la muy irregular e igualmente burtoniana James y el Melocotón Gigante y la olvidable (aunque más personal) Monkeybone. Por fin, gracias a Los Mundos de Coraline, se le puede reivindicar de todas, todas.

Basándose en el libro gráfico de Neil Gaiman, el director de Nueva Jersey, con su inimitable stop motion, se sumerge por completo en el intrincado y laberíntico mundo de los terrores infantiles. Y, siéndole aún fiel a su ópera prima, lo hace desde el prisma de una pesadilla de lo más rocambolesca y espeluznante. Deja a un lado ese tono festivo y musical que, en parte, le ayudaba a suavizar el tonillo macabro de su pesadilla navieña, y se introduce de pleno en un mal sueño capaz de retratar las fobias cotidianas de los más pequeños de la casa quienes, en este caso, se ven representados por la figura de la jovencita Coraline; una niña que, en sus particulares quimeras y con la intención de huir de la indiferencia que demuestran sus padres hacia ella, se inventa un mundo paralelo que, en un inicio, da la impresión de ser mucho más afable y fantasioso que el de su vida diaria.

Pero nada es lo que parece. Todo tiene su doble lectura. Lo que a simple vista podría similar algo terrorífico, dándole la vuelta, puede convertirse en un detalle de lo más reconfortante. Y a la inversa. Así, y escapando de una realidad que se le antoja asfixiante, Coraline se evadirá de su agobiante entorno familiar para adentrarse en un universo más fantasioso y distendido, desconociendo que, a menudo, lo bello puede transmutarse en la más horrible de las alucinaciones.

Otros padres. Otros vecinos. Otros amigos. Son como los de verdad, aunque en extremo caricaturizados. Y, como tal caricatura, totalmente aterradores. La indiferencia de la madre convierte a ésta, en su nuevo mundo, en una bruja perversa y temible, de sibilinas curvas; a su padre, un calzonazos de armas tomar, en un títere dominado por los turbios ardides de su esposa y, mediante un cínico guiño a la granguiñolesca ¿Qué Fue de Baby Jane? , a sus dos ancianas vecinas, en un par de videntes con poderes extrasensoriales. El circo está servido. Y, además, en bandeja de plata. Ratas saltarinas, escarabajos gigantescos, perros en forma de murciélago… El terror en estado puro. Los Otros, son de verdadero escalofrío. Y, por si fuera poco, la sufridora Coraline deberá lidiar con tres cándidas ánimas en pena a quienes se les cambiaron sus ojos por botones.

Alea Jacta Est. La nueva Alicia, en sus viajes al otro lado, incluso añorará las alucinadas aventuras detalladas en su día por Lewis Carroll. El mal rollo es el plato fuerte del día. Aunque en tres dimensiones y con un dolby stéreo que pone los pelos de punta. Selick, al fin, se ha sacado de encima la marca de Burton. Ahora es un AUTOR… y en mayúsculas. Como los grandes.

Eso sí: a sus pequeños, si no quieren que luego se les meen en la cama, manténganlos alejados de Coraline Mi esposa, que ya tiene sus añitos, después de verla, esa noche, soñó con una caterva de vecinos gallegos que, uniformados de jugadores del Atlético de Madrid, nos daban la tabarra ante la puerta de casa con cánticos españolistas.

No hay comentarios: