5.1.09

Madre Coraje vs. Pinocho

Tras el bache que (para mí) supuso en su carrera como director el paréntesis formado por Banderas de Nuestros Padres y Cartas desde Iwo Jima, Clint Eastwood regresa tras la cámara con las baterías cargadas. Y lo hace a través de El Intercambio, un film de claros matices melodramáticos que, en muchos aspectos, se cruza (y complementa) con Mystic River, su gran obra maestra.

Un hecho verídico acaecido en Los Angeles de los años 20 es su punto de partida. Un niño desaparecido. Una madre desesperada. Cinco meses después, en plena canícula estival, la policía dará con él. El Departamento de Policía de Los Angeles no pasa por un buen momento; demasiados errores y cierta estela de corrupción han provocado que la ciudadanía se cuestione su seriedad. Es el momento de ofrecer una nueva cara a la opinión pública, y el haber resuelto satisfactoriamente el caso forma parte de su estrategia. Lástima que la alucinada madre del pequeño Walter, la señora Christine Collins, asegure que el chico que le han devuelto no es su hijo.

Una cinta sobria y oscura, en la que sólo destaca, entre tanta penumbra, el perfilado rojo del lápiz labial de una Angelina Jolie que huele a Oscar. Una Jolie austera, distinta y controlada. Llora y llora, pero sin abusar de recursos en exceso dramáticos. Toda una madre coraje que sólo pide justicia y el regreso de su hijo verdadero; una petición inútil, pues el agente de policía encargado del caso considera que él ha cumplido a la perfección con su cometido. Solución: la mamita está loca de atar. Expediente cerrado y a otra cosa, mariposa.

Eastwood, a medio camino entre el melodrama y el thriller policiaco y judicial, construye un meticuloso retrato de una mujer al límite, capaz de conservar su entereza hasta en los momentos más difíciles. Hurga en sus sentimientos más íntimos, siempre a cierta distancia y, al mismo tiempo, se ceba en la inutilidad de un departamento de policía que se mostraba más interesado en resolver cuestiones políticas que en indagar sobre la verdad del pequeño Walter... aunque para ello tuviera que echar mano del escudo de la mentira.

Y, a modo de gran regalo, un par de escenas de antología, de esas que hielan la sangre. Dos tête-à-têtes de lo más aterradores. Un interrogatorio y un cara a cara. El primero, entre un detective y un niño que se confiesa co-autor de varios asesinatos; el segundo, entre doña Angelina y un hombre condenado a muerte en la prisión de San Quintín. El dolor, la impotencia y la angustia filmados con un academicismo del que sólo es capaz un clásico como Eastwood.

Lástima de no haberla visto hace una semana. Posiblemente, ahora estaría situada entre las diez mejores del 2008.

Y en pocos días, a finales de febrero, Gran Torino, su nueva película y (según asegura) su última aparición ante una cámara. ¿Hasta dónde será capaz de sorprendernos el ex Harry Callahan? Espero y deseo que tengamos Eastwood por muchos años.

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