11.2.08

De mal en peor

Tras un sospechoso bache, marcado por dos títulos tan innecesarios como Crueldad Intolerable y The Ladykillers, los hermanos Ethan y Joel Coen regresan al cine con una fuerza inusitada. Y lo hacen recuperando el espíritu de films como el de su ópera prima, esa espléndida Sangre Fácil, o el de Fargo, uno de sus mayores logros. No Es País Para Viejos supone la confirmación palpable de que los Coen siguen vivos y con cuerda para rato.

Escrita y dirigida por ambos y basándose en la novela homónima del premio Pulitzer Cormac McCarthy, la cinta se adentra en una historia de dimensiones trágicas que afecta a cuantos personajes pululan por su trama. Son los años 80. En el Viejo Oeste el narcotráfico está dejando a un lado el negocio de los ganaderos, justo en el momento en el que la sociedad norteamericana empieza a mostrar los primeros síntomas de debilidad causados por los efectos psicológicos de la ya finalizada guerra de Vietnam. El desempleo y la desidia significan el día a día para muchos de los habitantes de esa América que, fronteriza con Méjico, parece dejada de la mano de Dios. Los actos de locura y la violencia injustificada llenan los titulares de los periódicos. El instante ideal para que un buen hombre, sin oficio ni beneficio, se dé de bruces con una maleta en cuyo interior se esconde la que pudiera ser la solución a su incierto futuro. Una codiciada maleta que provocará que entren en juego un viejo sheriff, a punto de jubilarse, y un desalmado asesino sin escrúpulos de ningún tipo. La suerte está echada.


Según dicta la Ley de Murphy, está demostado que aquello que empieza mal siempre irá a peor. Eso es lo que le ocurre a Llewelyn Moss, ese tipo que, a pesar del peligro que ello implica, decide asegurar su porvenir apalancándose la maleta prodigiosa recién caída del cielo. Un sorprendente Josh Brolin que, por primera vez en su irregular carrera artística, parece dispuesto a demostrar sus buenas dotes como actor al meterse a fondo en la piel del tal Llewelyn. Un actor tan gafe como su propio personaje pues, después de dar con un papel idóneo para desarrollarlo con una convicción digna de tener en cuenta, se ve totalmente desmarcado por la acaparadora presencia de un Javier Bardem en estado de gracia. Éste es Anton Chigurh, un psicópata de mucho cuidado, de aspecto terrorífico y tocado por una melenita de flequillo ridículo. Que un tipo tan brutal como el tal Chigurn le perdone la vida a alguien es sinónimo, para el accidental afortunado, de haber sido premiado con el Gordo de Navidad.

Y allí, en el centro neurálgico de No Es País Para Viejos, la mirada atenta y observadora (aunque algo lenta de reflejos) de Ed Tom Bell, ese sheriff desencantado al que da vida un excelente Tommy Lee Jones; un hombre de ley, serio y honrado, que no acaba de entender los cambios que está experimentando el mundo en el que vive. Las noticias sobre muertes sin sentido le aturden y experimenta una gran añoranza (quizás errónea) por los tiempos pasados. Un policía que se siente impotente ante la espiral de violencia que ha provocado el tal Llewelyn con su inconsciencia y la posesión del maldito maletín.

Una obra maestra en la que la desdicha y la mala leche van cogidas de la mano, como si formaran un cuerpo único. El humor negro y socarrón de los Coen y la crudeza de la violencia extrema, de nuevo presentes en su cine. Un western que no es un western; un thriller que no es un thriller. Sencillamente, se trata de un melodrama bañado de unas gotitas de thriller y otras de western. Una mezcla explosiva; una maravilla de película en la que no existe un solo segundo de metraje desperdiciable. Todo cuanto ocurre tiene su razón de ser; incluso en esas escenas que jamás se llegan a ver en pantalla pero que se intuyen a la perfección. Y, por primera vez en la filmografía de los Coen, se le ha dado más importancia al contenido que al continente, olvidándose de planos rocambolescos y virgueros para ir directo al grano mediante una realización de lo más académico.

Tan sólo por esa melenita estrafalaria que me luce, el Bardem tendría que hacerse con el Oscar a mejor secundario. Todo un lujo para No Es País Para Viejos. Chapeau!

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