14.11.05

La otra jungla

El cine de acción es ciertamente conflictivo, peliagudo, pues se trata de un género en el que se da cabida a todo tipo de productos, en los que los efectos especiales y el afán de rizar el rizo sin motivo aparente, acaban convirtiéndose en los únicos protagonistas de los mismos. Pocos son los títulos, en los últimos años, que han sabido alternar un guión mínimamente atractivo con la espectacularidad demandada por el público menos exigente. Cintas como Jungla de Cristal o la primera Arma Letal son aves raris difíciles de encontrar. Y ambas, cada una en su estilo, conjugan una historia interesante con una trepidante dosis (bien dosificada) de acción, intriga y aventura.

Lo que voy a decir a continuación podría parecer a algunos un poco pedante e incluso elitista, pero tanto uno como el otro de los films citados se han convertido en títulos emblemáticos por un motivo muy concreto: ambos han llegado a contentar a todo tipo de espectadores, desde los cinéfilo más recalcitrantes hasta aquellos que no saben apreciar la diferencia entre cualquiera de los dos y uno de Steven Seagal. Y es que, en el fondo, resulta muy difícil hacer un buen producto de género sin caer en la ridiculez o la exageración.

Hostage, el último film de acción protagonizado por Bruce Willis, no es precisamente un film redondo aunque, a pesar de sus límites y errores, resulte una cinta digna y entretenida que se sitúa bastante por encima del nivel actual de este tipo de productos. Rompe con ciertos cánones, como el atreverse a acabar con la vida de un niño en los primeros minutos de proyección, un hecho no muy bien visto en el moderado Hollywood de una década en la que todos andan con pies de plomo ante ciertos temas y matices.

El planteamiento argumental de Hostage es típico y tópico, pero resultón; tiene empaque. Un secuestro un tanto desorbitado y pésimamente planificado, un policía con ganas de superar un trauma personal y un grupo mafioso involucrado casualmente en la trama, son los tres puntos que conforman la historia. Las sorpresas son mínimas, pero todo acontece de manera natural, a pesar de alguna que otra salida de tono un tanto imposible pero perdonable.

Bruce Willis juega bien su cometido. Al igual que la película, su interpretación tampoco ofrece nada nuevo ni sorprende en absoluto, pues el hombre está ya tan acostumbrado a este estereotipo de héroes de acción (poli duro e insatisfecho) que salva la papeleta con muy poco esfuerzo aunque de manera solvente. Y es que el tipo, a pesar de todo, sigue dando el pego en estos papeles. La verdad es que, en la actualidad, no hay nadie como él para dar vida a ciertos personajes.

Los guiños a Jungla de Cristal son inevitables, pero tienen su gracia. Jeff Talley, un ex negociador de la policía de Los Angeles reconvertido en marshall rural, se encuentra en el exterior de la casa en la que toda una familia ha sido retenida por tres violentos individuos. Ese hombre, encarnado por Willis, será quien deba sacarlos de allí con vida, al contrario de lo que le ocurrió en el celebrado film de John McTiernan. Desde el interior de la casa, un niño será quien acabe adoptando el rol de John McLane, el detective atrapado y solitario de la Jungla, pues éste, a escondidas de sus raptores, conseguirá comunicarse con el móvil del policía. Lástima, de todas maneras, que el joven actor protagonista resulte un tanto repelente e insoportable... Ya lo decía Hitchcock: ni perros, ni niños, ni Charles Laughton...

El resto es lo de siempre. Ciertos momentos recuerdan a otro interesante thriller, La Habitación del Pánico, a pesar de que su estructura sea mucho más simple y formal que ésta. El estilismo y la característica concepción de la imagen que tiene el cine de David Fincher no se encuentra, ni por asomo, en la manera de filmar de Florent Emilio Siri, a pesar de que en Hostage no le haga ningún tipo de ascos a la manera de afrontar la violencia. Ésta se muestra, en varias ocasiones, de manera seca y brutal, sin muchas concesiones.

Una pena, de todos modos, que el final sea tan acomodaticio y previsible. Es lo que hay y, en parte, lo que el público espera. Y el tal Siri lo ha servido de la mejor manera posible, sin extralimitarse demasiado en su narración y consiguiendo un producto mínimamente entretenido y formal. Y eso, a pesar de los pesares, siempre es un punto a tener en cuenta. Personalmente no me esperaba más del film. No me aburrí. Y eso, en este género, ya es mucho.

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