29.11.05

El exorcista

Hay cierto tipo de películas que se me atraviesan por completo. Y El Exorcismo de Emily Rose es una de ellas, de las que venden como basadas en hechos verídicos y todo cuanto ocurre suena a falso e improbabl. Eso me pone de los nervios. No negaré que tengo cierta facilidad para ponerme de los nervios. Y más cuando, en la misma cinta, te intentan colar gato por liebre. Sobre todo en su última parte, en la que incluso aparece la mismísima Virgen María. Les cuento.

La historia narra una causa judicial, la que se siguió contra un sacerdote que, tras practicarle un exorcismo a una joven, acabó causándole la muerte a ésta. ¿Negligencia? La abogada defensora del caso es una mujer agnóstica y con varios triunfos seguidos en su haber. La fiscalía, como acusación, cuenta con un letrado creyente pero duro en sus planteamientos.

La premisa promete, aunque (sin conocer los sucesos reales) es fácil oler por donde andarán los tiros. Y más teniendo en cuenta la moral norteamericana de los últimos tiempos. Poco a poco, el film, de manera sutil (y con la ayuda de un poco de vaselina) intenta metértela. E, inevitablemente, la agnóstica se planteará la existencia real de demonios y ángeles. Y, en consecuencia, de Dios. Dios existe es la clara y única consigna del producto. Y eso, la verdad, cansa.

Una lástima, pues en su primera parte la cinta funciona de manera correcta. Su inicio es impactante y crudo. Los primeros encuentros entre la abogada (una envejecida y un tanto sobreactuada Laura Linney) y el sacerdote (Tom Wilkinson, innegablemente lo mejor del producto) resultan interesantes, al igual que muchos de los fragmentos que transcurren en la sala del tribunal. Pero la cosa empieza a torcerse por culpa de ese abuso en la utilización constante de flash-backs para contar lo acontecido a la difunta Emily Rose. A veces lo hace de manera falsa, mostrando ciertos aspectos imposibles de haber sido observados por los narradores de los mismos. Pero su realizador, un tal Scott Derrickson, da por supuesto que el espectador es bobo y cae fácilmente en el engaño.

Las escenas del exorcismo son curiosas, tienen fuerza. Pero cuando éste se muestra, ya se ha perdido todo el interés por lo que ocurre en pantalla. O, al menos, en mí caso, ya no me creía nada de nada. La religión me sobraba por todas partes y, por otra parte, tenía claras las pretensiones reales del film.

En cierto modo, he salido del cine con la impresión de haber visto un panfleto religioso en toda regla. Una película de Semana Santa enmascarada de cine fantástico. En cuatro días, Antena 3, el canal especializado en películas basadas en casos reales, la proyecta un sábado en la sobremesa.

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