El pasado sábado finalizaba la 50ª edición del
Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges; una edición marcada, ante
todo, por la presencia de rostros famosos y actos de todo tipo aunque, en parte,
tocada por una de las programaciones cinematográficas más irregulares de los
últimos años.
Antes de pasar a hablar de las películas que he
podido visionar durante los diez días que duró el certamen, les dejo un link
con el palmarés de este año.
Doy un salto al pasado y viajo hasta el jueves 5 de
octubre, la jornada inaugural; una jornada que abrió con La Forma del Agua, el
nuevo film de un Guillermo del Toro que, en esta ocasión, también apadrinó el
Festival de este año. Su cinta, protagonizada por unos espléndidos Sally
Hawkins, Richard Jenkins y Michael Shannon, está ambientada en la Norteamérica
de los años 60, en plena guerra fría, y nos acerca a la historia de amor que
nace entre una joven muda, empleada como mujer de la limpieza en un laboratorio militar, con un hombre
pez fruto de un experimento científico. Una nueva vuelta de tuerca al mito de
la bella y la bestia, en la que del Toro, a través de un despliegue visual tan
atractivo como muy personal (fiel a su cine de siempre), se embarca en un
producto melodramático y fantasioso que, por momentos, roza la comedia aunque,
en el fondo, apuesta por una imparable tragedia cargada de tintes poéticos.
Algunos altibajos en su narración no suponen impedimento alguno para que esta
fábula se haya convertido en uno de los títulos más recordados y (a pesar de
sus irregularidades) más loados del certamen, empezando por la exquisita banda
sonora compuesta por Alexandre Desplat. Atención, ante todo, a sus magnéticos
(e inundados) títulos de crédito iniciales.
A continuación, tuvimos que sufrir una serie B
(tirando a Z) que llevaba por título Jackals, una especie de Perros de Paja en
plan patético y en formato familiar: o sea, una familia en el interior de una
cabaña solitaria en el bosque y acosada por una secta sanguinaria que, con sus
embates, pretende recuperar a uno de sus hijos al que habían secuestrado con
anterioridad. Ridícula, pésimamente planificada (y montada) y con un plantel de
actores totalmente desmelenados, de entre los que destacaría a una
envejecidísima Deborah Kara Unger en el rol de la madre sufridora. Dirigida por
Kevin Greutert, la cosa quiere asustar y no asusta y pretende epatar con su
supuesta línea gore y en realidad te deja indiferente. Hacía tiempo que no me
enfrentaba a un título cargado de tantos personajes sin entidad alguna. Mejor
corramos un tupido velo.
La jornada la terminé con Science Fiction Volume One: The Osiris Child, un entretenido film de ciencia ficción muy deudor del
cine de los 80 que, dirigido con cierto brío por Shane Abbess, pretende abrir
(tal y como su título indica) una nueva serie cinematográfica. Un poco de todo,
aunque un tanto sin pies ni cabeza, al servicio de una historia en la que pilla
un mucho de Star Wars, otro poco del ritmo de los Indiana Jones y otro tanto del
sinfín de películas nacidas al amparo de la saga galáctica de George Lucas.
Planetas interestelares, una niña con ganas de reencontrarse con su padre
militar, evasiones de cárceles futuristas, monstruos gigantescos e imperios
malignos con poco aprecio por la población; todo ello filmado con mucho fuerza aunque con muy poca chicha argumental. Más de los mismo, lo que hace que al
salir del cine, uno olvide a los pocos minutos todo cuanto acaba de ver.
En el próximo post, más sobre el 50 aniversario del
Festival de Sitges; un Festival que, por cierto, ayer noche, tras la detención
de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, se posicionó y colgó un tweet sobre el tema.
Chapeau.
¿Mandan a prisión a gente pacífica que organiza manifestaciones pacíficas? ¡Pensábamos que el Festival había terminado ayer!
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