Por ser martes y 13, la maratoniana jornada no
empezó mal de todo, y eso que no me esperaba nada bueno de la primera
proyección, el Youth (La Juventud) del napolitano Paolo Sorrentino. Y es que
después de haber sufrido en carnes la sobrevalorada y muy pedante La Gran Belleza, me temía lo peor de su nuevo producto. De hecho, tras Youth, se
esconden los tics vanidosos de los que hace gala el cine de su autor pero, en
esta ocasión y aparte de las grandes interpretaciones de Michael Caine y Harvey
Keitel y de su brillante imaginería visual y musical, la cinta se convierte en
un emotivo homenaje (y, por momentos, grotescamente humorístico) a la tercera
edad y, en concreto, a los temores de la persona humana a envejecer
centrándose, para ello, en la peculiar amistad entre un reputado compositor
musical y un director de cine, dos colegas que están
pasando unas vacaciones en un lujoso balneario de los Alpes. Reflexiva,
surrealista y, de propina, crítica con el mundo de la jet set.
Apúntense también el brillante trabajo de Rachel Weisz dando vida a la hija de
Caine, la contundente aparición de Jane Fonda en la piel de una gran dama del Hollywood clásico
y la presencia de un doble de Diego Armando Maradona satirizando cruelmente al
astro del fútbol argentino (con tatuaje de Karl Marx en la espalda incluido).
En definitiva, una curiosidad para mí inesperada.
A continuación, una cinta coreana de lo más
rutinario y previsible, el Gangnam Blues de Yoo Ha, trabajo que, ambientado en
los años 70 y amparándose en hechos reales, narra la corrupción política e
inmobiliaria que marcó el desarrollo de Gangman, un distrito por explotar en el Seul de esa época. Todo ello lo hace a través de la figura de dos huérfanos que, criados en
medio de una pobreza extrema, logran situarse en posiciones claves dentro del
enmarañado mafioso y político que supuso la creación del citado distrito.
Cuatro golpes de efecto conseguidos son lo único resaltable dentro de un film
que, a toda costa, pretende ser un gran guiño a un tipo de cine que siempre ha
imperado en el Hollywood de toda la vida. Violencia, melodrama y corruptela a
partes iguales. Nada nuevo que ofrecer.
Strangerland es un esmerado producto australiano
que, aparte de jugar la baza de contar con una espléndida Nicole Kidman como
protagonista principal, se apoya en una realización y un guión que resultan
ciertamente inquietantes para el espectador. Dirige el debutante Kim Farrant y
en él se cuenta el mal rollo vivido por un matrimonio en crisis que, tras haber
trasladado su domicilio a un pequeño pueblo en medio de desierto en donde el
marido regentará la farmacia del lugar, vivirán de muy mala manera la inexplicable
desaparición de sus dos hijos. Una intriga de mal rollito, en donde se mezcla
un misterio de connotaciones morbosas y una tormenta de arena de grandes proporciones.
Atención a la química que se establece, ante la desorbitada mirada de un
torturado Joseph Fiennes, entre el personaje de la Kidman y el jefe de policía interpretado por Hugo Weaving. Interesante, aunque en exceso lenta, lentísima.
Anders Thomas Jensen, el guionista habitual de Susanne
Bier, presentó Men & Chicken, su cuarto largometraje como director; una
coproducción entre Dinamarca y Alemania que, de forma muy surrealista y con una
buena dosis de humor negro en su haber, arremete contra la experimentación
genética descontrolada. Men & Chicken se centra, principalmente, en la
extraña relación que mantienen dos hermanos de caracteres totalmente opuestos: uno
es un tipo serio y profesor universitario, mientras que el otro, un tanto descerebrado, se pasa el santo día masturbándose y pensando en mujeres. Tras la muerte de su
padre, descubrirán que no era su padre biológico, por lo que decidirán iniciar
la búsqueda de sus orígenes reales. Divertida, aunque altamente extraña debido
a la atípica fauna que puebla sus imágenes, vale la pena destacar el excelente
trabajo de un Mads Mikkelsen totalmente desconocido, maquillado y pelándosela
por los rincones más inauditos y, ante todo, ese descarnado y políticamente
incorrecto sentido del humor que destila su metraje.
The Legend of Barney Thompson, el siguiente film
programado, también tiene su puntito de coña y de humor negro. Dirigido e
interpretado por el actor Robert Carlyle, la película está ambientada en un Glasgow
atemporal y con un puntito chic que la hace ciertamente interesante. Mientras
la policía del lugar investiga los crímenes de un serial killer, un barbero fracasado, que nada tiene que ver con los asesinatos, matará accidentalmente a su jefe, convirtiéndose
fortuitamente en el principal sospechoso de haber cometido toda la otra serie
de homicidios. Buscando y amplificando al máximo detalle los aspectos más cutres de sus personajes y escenarios,
resulta un producto agradable y entretenido de visionar, aunque resbale un poco
en sus quince minutos finales, en donde Carlyle parece haber perdido un tanto
la inspiración. Vale la pena subrayar uno de los más grandes aciertos de la
cinta: la presencia de una sublime Emma Thompson que, encarnando a la madre del
barbero protagonista, apuesta por su vena más gamberra a la hora de recrear un
personaje ciertamente inolvidable.
El día lo cerró una de las películas más delirantes,
divertidas y desvergonzadas del Festival de este año, la japonesa I Am a Hero,
que se presentaba en Sitges en su estreno mundial. Dirigida por Shinsuke Sato y
basada en el manga homónimo de Kengo Hanazawa, nos muestra, a través de un
ritmo casi imparable y de un sentido del humor salvajemente divertido, las
aventuras y desventuras de un acobardado dibujante de mangas ante un
apocalipsis zombie. Llena de guiños al género (desde El Amanecer de los Muertos
a la estimable y televisiva The Walking Dead) y regalando al espectador algún
que otro personaje no muerto de alta envergadura (genial el atleta zombi), I Am
a Hero se muestra ciertamente muy original a la hora de esbozar el carácter de
muchos de los zombies que pululan por la pantalla, haciendo especial hincapié en
que todos los infectados, al traspasar, siguen conservando las neuras
personales que tenían en vida. Todo un acierto que hizo las delicias de los
aficionados al fantástico y a la comedia.
En el próximo post, un poco más.