

La historia no tiene muchas complicaciones. Es un poco más de lo de siempre. En este caso, la niña protagonista, Juno, una adolescente resabiada y en edad escolar, queda preñada tras un escarceo con un compañero de su misma clase por el que siente una especial e inexplicable atracción. Tres posibles soluciones al inesperado suceso rondarán por el coco de la jovencita: ¿aborto, aceptación del bebé o donarlo en adopción a un matrimonio idílico elegido de antemano? Una vez tomada una firme decisión, la cámara seguirá las vicisitudes de Juno y de cuantos la rodean.

En general, se trata de una cinta aburrida y sin nervio, incapaz de decantarse con solvencia hacia el melodrama o hacia la comedia. Y lo peor de ello es que, en sus constantes intentos por encontrar un término medio, no logra funcionar en ninguno de los dos géneros. El retrato satírico con el que, en un principio, define al padre a y la madrastra de Juno, acaba convirtiéndose (sin ningún proceso lógico) en un retrato cariñoso y edulcorado de esos mismos personajes. Una ambivalencia que, en el fondo, acaba dominando otros apartados del film, como sucede con la surrealista relación (pésimamente definida) entre la joven protagonista y el niñato (pasmado y tontorrón) que la ha dejado con un inmenso barrigón durante nueve meses.
La elección de una histriónica Ellen Page para dar vida a la repelente Juno –a través de una interpretación llena de muecas y exageradísimos gestos-, no ayuda en nada al buen funcionamiento de la película. Un personaje cargante al que, por si fuera poco y a pesar de tratarse (en teoría) de una chica de tan sólo dieciséis años, se expresa igual que los adultos intelectuales que, en general, pueblan el cine de Woody Allen. Una nominación al Oscar, la de esta actriz, difícil de comprender.
Para embarazos conflictivos me quedo con Lío Embarazoso. Mucho más fresco, divertido y natural. Al menos, no estaba disfrazado de (falso) progresismo como ocurre con este Juno. Y ello, es muy de agradecer.
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