Cinco años después de la precuela de Alien, el octavo pasajero que
supuso la fallida Prometheus, Ridley Scott sigue empeñado en explotar, al precio
que sea, la franquicia de su popular alienígena y nos presenta Alien: Covenant; o sea, la
secuela de la precuela.
El punto de partida transcurre años después del
final de Prometheus, cuando una nave, la Covenant -cargada de un numeroso grupo
de pasajeros dormidos con la intención de colonizar un nuevo planeta-, empieza a
tener problemas técnicos y se ve obligada a aterrizar en otro inhóspito aunque
habitable planeta. Su tripulación, que acaba de perder a su capitán debido un
accidente, deberá explorar el mundo recién descubierto y, en su rastreo,
descubrirán que en él habitan unos seres ciertamente muy peculiares y
violentos.
Hasta aquí todo correcto. Ridley Scott demuestra que
sabe crear tensión: las atmósferas tensas, como ya demostró en el título original de la saga, le van como
anillo al dedo. Y, para ello, no deja de jugar con las habituales piezas de ajedrez a las que nos tiene acostumbrados: permuta a la vigorosa Ripley por una viuda desconsolada que atiende por Daniels (una cargante y
llorona Katherine Waterston que nos hace echar de menos a la más visceral
Sigourney Weaver), sigue utilizando a su usual grupo de secundarios dispuestos a
ser sacrificados a la mínima de cambio y, cómo no, aún
conserva al sempiterno autómata de turno, rol que recae nuevamente en Michael
Fassbender quien incluso, en esta ocasión, desdobla su personaje para el
sufrimiento de aquellos (como quien esto escribe) que nunca han soportado la
arrogancia de este (para mí) sobrevaloradísimo actor.
Alien: Covenant peca de estar alargada hasta extremos agotadores. Dos largas horas para contar más de lo de siempre, aunque con ciertos
apuntes (un tanto vagos) sobre el sentido de la vida y mutaciones diversas. A
pesar de lo apabullante que resulta visualmente hablando, su exceso de divagaciones
filosóficas de baratillo lo único que logran es aburrir soberanamente al
espectador al cual, para despertarlo de su letargo, le tiene preparadas un par
de escenas ciertamente encomiables, tensas y dotadas de un ritmo envidiable, que tan sólo por ellas mismas vale
la pena enfrentarse a esta nueva entrega. La primera (y mejor de ellas) se localiza
en el encuentro inicial de los tripulantes de la Covenant con los alienígenas y,
por supuesto, en el esperado (aunque algo desmadrado) festival final para
acabar con la vida del más todopoderoso de los aliens.
Y, lo peor del invento es que, cuando termina, aún
parece no empalmar con el Alien original, por lo que me temo una nueva secuela
de las dos precuelas. ¡Qué astuto y negociante es el amigo Ridley Scott!
2 comentarios:
Pues agárrese los machos, maese Spaulding, porque Ridley Scott ha hablado de "trilogía".
Y usted, micer Caligae, coja la pala, que se nos ha muerto Roger Moore.
Ya estaba muy mayorcillo, pobre Moore.
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