25.10.12

SITGES 2012: Jornada 6 (taxistas psicópatas, millonarios en limusinas, niños asesinos, técnicos de sonido gafapastosos y vampiros trasnochados)

No hay mejor manera de empezar una mañana, y despertar de golpe y porrazo. que enfrentándose a Chained, el nuevo trabajo de una Jennifer Lynch en plena forma que regresa a Sitges 4 años después de haber conseguido el premio al mejor film por Surveillance. Ahora lo hace mediante un thriller claustrofóbico, violento y contundente que narra la relación entre un taxista asesino de mujeres y un niño, hijo de una de sus víctimas, al que adopta como esclavo personal. Tenso, vibrante y lleno de pasajes dignos del mejor cine, cuenta con la espléndida interpretación de un Vincent D’Onofrio fuera de serie quien, por su labor, fue recompensado con el galardón al mejor actor de esta edición. Su giro final dejó descolocado a más de uno, pero a mí, personalmente, me gustó.


Cosmopolis es un aburrimiento firmado por uno de los incuestionables del fantástico, David Cronenberg. La cinta relata un día en la vida de un multimillonario que, a bordo de una limusina blanca, recorre la ciudad en busca de una barbería para un corte de pelo. Es innegable que el producto, irreguladísimo en donde los haya, está cargado de buenas intenciones. El realizador intenta recuperar su espíritu de siempre, pero se queda encallado en una narración estructurada a base de episodios a la que le cuesta avanzar. Afronta la crisis económica actual desde una perspectiva que parece muy crítica pero que, al mismo tiempo, peca de una dualidad ideológica un tanto sospechosa. Robert Pattinson se esfuerza en sacar adelante su personaje, sin llegar a conseguirlo y dejando que un esmerando plantel de secundarios (Juliette Binoche, Mathieu Amalric y Paul Giamatti, entre otros) se lo coman con patatas. Lo mejor de todo, como casi siempre en el cine de Cronenberg, radica en ese ambiente enrarecido con el que dibuja una urbe que está a punto de irse a tomar por culo.


De México llegó Juego de Niños, un remake de la popular ¿Quién Puede Matar a un Niño? de Narciso Ibáñez Serrador. Su director, un tipo nacido en Bielorusia y que oculta su rostro y su personalidad, atiende por el pseudónimo de Makinov. Aunque, más que Makinov, podría haberse puesto el de Juan Palomo, por eso del “yo me lo guiso, yo me lo como”, pues el hombre se ha encargado de todos los aspectos técnicos e intelectuales del film (fotografía, música, guión, producción, montaje, sonido…). De hecho, por mucho que lo parezca, tampoco se ha esforzado en demasía, ya que su cinta no deja de ser una fotocopia de la de Chicho: dejando a un lado su introducción, el resto del film es calcado, plano por plano, al del original de 1976 (la cual, curiosamente, tenía varias secuencias filmadas en Sitges).


La tercera paja mental del certamen apareció con Berberian Sound Studio, una inmensa tomadura de pelo en la que un técnico de sonido británico viaja hasta un estudio cinematográfico italiano para poner los efectos sonoros a un film de horror. Una película gafapastosa, capaz de crear una fuerte atmosfera enrarecida para, al final, dejar al espectador boquiabierto al no ofrecerle ningún tipo de clímax narrativo. Una especie de coitus interrumpus cinematográfico. Una bufonada de la que sólo cabe destacar el buen trabajo de Toby Jones, un actor que se está afianzando a marchas forzadas en el panorama del cine actual.


Para terminar la jornada, en el Auditorio fuimos castigados con el Drácula 3D de Dario Argento, una coproducción italo-franco-española, con Enrique Cerezo de productor y coguionista que, por su cutrez escénica y narrativa, resulta de lo más risible y ridícula. Sólo le funciona el uso del 3D. Basado en la obra original de Bram Stoker (aunque respetándola poquísimo), da la impresión de tratarse de una especie de obra teatral realizada directamente para televisión a principios de los años 70. Decorados de cartón piedra, actores en baja forma (que pena da ver al Unax Ugalde totalmente perdido en la piel de Johnathan Harker) y un montón de situaciones de lo más patético. Ni la Asia Argento llama la atención. Cualquier Estudio 1 de la época resultaría más tentador. Ante lo arcaico de la propuesta, decidí salirme de la sala hacia la hora de proyección. Era tarde y lo mejor que podía hacer era dormir para afrontar un nuevo día.


To be continued…

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