26.5.11

EN RESUMIDAS CUENTAS: De letrados y amnésicos

Con El Inocente (el disparatado título español de The Lincoln Lawyer), un eficiente thriller judicial dirigido con mano firme por Brad Furman, Matthew McConaughey, tras un largo periodo interpretando a personajes insulsos en comedias de medio pelo, dando vida al abogado Mick Haller se acerca al mismo espíritu con el que Paul Newman recreó al letrado acabado de la espléndida Veredicto Final del desaparecido Sidney Lumet.

Basada en la novela de Michael Connelly, la cinta de Furman se acerca a la crisis emocional y profesional de un abogado de Beverly Hills un tanto crápula que, tras pasarse la mayor parte de su carrera defendiendo a delincuentes de tres al cuarto, aceptará llevar el caso de un joven adinerado al que se le acusa de haber maltratado a una joven prostituta. El carácter manipulador de su defendido y la creencia de que éste pueda albergar un pasado bastante turbio, inducen a Haller a creer en su culpabilidad y en la posibilidad de haber cometido un error garrafal en la defensa de un cliente anterior.

La sobriedad del guión escrito por John Romano, lleno de sorpresas y giros a lo largo de su metraje, sumada a la excelencia interpretativa de todo su casting (en el que se encuentran nombres como los de Marisa Tomei, William H. Macy o Ryan Phillippe) hacen de este un thriller de género imprescindible, casi al mismo nivel de la citada película de Lumet e incluso, salvando las distancias, de la magistral Anatomía de un Asesinato de Otto Preminger, título con el que mantiene cierto paralelismo al plantear la dualidad moral y ética de un abogado con respecto a un cliente del que no se acaba de fiar. Un film que, a buen seguro, volverá a situar a su protagonista principal en el lugar que se merece.

Sin Identidad es el otro thriller que, en los últimos días, está acaparando la atención del público en la cartelera española. Dirigida por Jaume Collet-Serra tras su correcta La Huérfana, el catalán afincado en la industria de Hollywood hurde una intriga con cierto mimetismo con el Frenético de Roman Polanski. Si en la cinta del realizador de ascendencia polaca Harrison Ford se pateaba las calles de París en busca de su desaparecida esposa, en ésta, un brillante Liam Neeson, también un norteamericano en una desconocida ciudad europea, hará lo mismo a través de un gélido y gris Berlín en busca de su propia identidad tras haber sufrido un accidente a bordo de un taxi. Tanto será su desconcierto que ni su propia pareja lo llegará a reconocer como su marido.

Collet-Serra, fan confeso del cine de Hitchcock y de Polanski, demuestra perfectamente el dominio del suspense y, ante todo, de las escenas de acción. Una trepidante persecución automovilística por las calles de un Berlín nocturno así lo acreditan. Urde bien su rocambolesca trama, evitando dejar cabos sueltos a lo largo de su construcción y salvando con cierta solvencia los pasajes menos creíbles. Liam Neeson cumple a la perfección con su papel, al igual que hace el resto del reparto, del que vale la pena resaltar el trabajo de Bruno Ganz en la piel de un viejo agente de la Stasi metido a detective privado.

Todo funciona bien, milimetrado y a la perfección, incluso con más fuerza que en Frenético, su claro referente. Pero la fuerza y el magnetismo de la historia no da para todo su metraje. A mi parecer, un (forzadísimo y alucinado) giro de guión en su último cuarto de hora rompe un tanto con la propuesta, adentrándose en un delirio final más propio de un telefilm barato que de sus pretensiones de gran cine de acción a la americana. Aburrir, lo que se dice aburrir, no aburre. Su ritmo narrativo y el impacto de las imágenes atrapan al espectador, pero su historia se deshincha por culpa de un desenlace muy poco ingenioso y redentor.

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