9.2.06

No debisteis cruzar el MIssissippi

Brokeback Mountain o, lo que es lo mismo, la película favorita para los Oscar de este año. Un film valiente y cargado de muy buenas intenciones. La indiscriminación hacia los homosexuales, mostrada sin tapujos en la Norteamérica profunda de los años 60 y 70. Curiosamente Ang Lee, un realizador taiwanés afincado en EE.UU. desde hace varios años, se está convirtiendo en el cronista extranjero de esa sociedad (ya que el cronista oriundo es Oliver Stone, mucho más ampuloso y exagerado en sus propuestas). Con este título, Lee cierra la trilogía iniciada con la interesante La Tormenta de Hielo y continuada con el aburrido (y poco conocido) western Cabalga con el Diablo. Una trilogía en la que se muestran (con cierto cinismo) los modos y costumbres de su país de adopción y que, como foráneo, lo hace desde un punto de vista un tanto frío y distante; a veces, glaciar.

Mientras en La Tormenta de Hielo reflejaba un crudo retrato de la progresía liberal de los 70 (una época rompedora y convulsa, tras la celebrada caída de Nixon) y en Cabalga con el Diablo se adentraba en las entrañas de la Guerra de Secesión, ahora, con Brokeback Mountain, regresa a la década de los 70 y fotografía la otra cara de la moneda. Deja a un lado la intelectualidad y la progresía de esos años para colocarse en el epicentro de la América rural y asestarle un fuerte bofetón a sus moradores.

La historia se centra en dos vaqueros, Ennis del Mar y Jack Twist. Dos hombres que en su juventud, durante una trabajo en común, aislados en lo alto de una montaña y ejerciendo como pastores de un numeroso rebaño de ovejas, iniciaron una relación amorosa que jamás llegarían a culminar. El temor a no ser aceptados por una sociedad intransigente, marcará de manera inevitable el vínculo sentimental establecido entre ambos.

Brokeback Mountain hace un largo travelling a través de un par décadas para mostrar el devenir de dos personajes que han acabado convirtiéndose en forasteros en su propia tierra. Sus respectivos matrimonios y los continuos encuentros furtivos que mantienen a lo largo del tiempo, serán las constantes más claras del film. El miedo a ser descubiertos afecta sobremanera a uno de ellos, mientras el otro se muestra mucho más decidido a no esconder su condición de homosexual. Y, tanto uno como el otro, sufrirán en silencio la imposibilidad de poder labrar una vida en común.

Ang Lee se toma un tiempo excesivo e interminable para relatar los inicios de esa relación. Innecesarios tiempos muertos, demasiada insistencia en plasmar los bellos paisajes naturales que enmarcan la historia y cierta reiteración narrativa, definen, con agobiante precisión, la primera parte del film. La falta de diálogos y la cargante melodía de Gustavo Santaolalla ayudan aún más a que su desarrollo se quede paralizado durante ese fragmento inicial.

Lee se despierta y descubre que le queda menos metraje. Continúa con el mismo ritmo moroso de narración, aunque se excede en continuas elipsis narrativas para acelerar su teórica progresión, sin conseguir, en momento alguno, que sus personajes pasen a ocupar un lugar privilegiado en un rinconcito del corazón del espectador. Se muestra poco cariñoso con ellos, como si fuera incapaz de arroparlos, con lo cual rompe cualquier tipo de emotividad. La magia de la simbiosis entre la pantalla y la platea no funciona. Es por ese motivo que, por ejemplo, una escena como la de la visita de uno de los amantes al domicilio paterno del otro, no resulta en absoluto vibrante.

Un punto y aparte merecen los trabajos de sus principales protagonistas, Heath Ledger y Jake Gyllenhaal. Mientras el segundo salva con cierta solvencia su personaje (a pesar del bigote postizo que le encasquetan para aparentar más edad), el primero, Ledger (una especie de mezcla entre un joven Ryan O’Neal y Val Kilmer) se me antoja forzado en su dubitativa y poco expresiva interpretación (especialmente patética y ridícula en la escena del lloro). De ellas, las mujeres que comparten cartel con los dos actores, es mejor ni hablar. Aparte de estar fatal en sus respectivos roles (de la primera a la última), son personajes muy poco (o nada) desarrollados y vacíos, totalmente en la sombra: simples floreros de adorno para dar soporte a las dobles vidas de Ennis y Jack.

Un film loable desde la perspectiva de narrar una historia de siempre desde un punto de vista diferente que, sin embargo, se ve maltrecho por culpa de la frialdad que muestra con sus protagonistas y por una crispante autocomplacencia narrativa.

Por cierto (y aparte de la película): Haeth Ledger ha sido nominado al Oscar al Mejor Actor, mientras que Gyllenhaal lo ha sido como Mejor Secundario. ¿Alguien me lo puede explicar o es un mero truco para premiar (de manera inmerecida) a los dos actores?

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