19.9.04

Una de croissants

Hace muchos, muchos años, cuando yo aún era un tierno infante, casi, casi, un pollito recién salido del cascarón, me ocurrió un hecho que me dejó marcado para el resto de mis días.

Corrían mis tiempos de parvulario, justo a la hora del recreo. Todos los pequeñajos estábamos en fila india para iniciar esa media hora de distracción tan ansiada, corretear un poco y tomar nuestro almuerzo. En mi mano derecha portaba un croissant, dispuesto a ser devorado tan solo pusiera los pies en el patio. La desgracia quiso que mi brazo estuviera un tanto alzado, con lo que el apetitoso manjar quedó a la altura de mis hombros. Hete aquí que el chavalín que tenía detrás de mí, de algún curso más avanzado que yo, sacó inesperadamente sus instintos más malévolos, encaramándose sobre mi espalda y, en un visto y no visto, ¡zas!, se zampó por completo uno de los cuernos del condenado croissant... Nunca supe si fue porque ese niño estaba mal alimentado en su casa o, sencillamente, porque se trató de un acto vandálico con la única intención de amargarme la existencia. Sea como fuere, ese suceso acabó convirtiéndome en un niño receloso y esquivo.

Ayer, el imborrable recuerdo (casi podría llamarle trauma) volvió a mi mente mientras hojeaba el diario. La noticia acaba de saltar a los titulares. Ese niño, ese perverso buitre leonado que se lanzó sobre mi pasta, acababa de ser nombrado nuevo director del Festival Internacional de Cine de Catalunya (Sitges). Ramon Colom, el que años ha fuera también director de RTVE, ese personaje que, cada noche de los sábados, a través del Canal 33 en Catalunya, desde su programa Milemium, consigue que aflore en mi el pasado más amargo.

Ahora tendré que hacer de tripas corazón y afrontar mi cita anual en el Festival de Sitges con el temor de tropezarme cara a cara con el susodicho Colom. De verdad que lo que menos me preocupa este año es la programación del certamen; ni siquiera me preocupa la degradación a director artístico de Ángel Sala, su anterior responsable; ni me acaba de alegrar el conocer que la cargante sección de cine oriental, Orient-Express, haya sido eliminada; ni que el Festival, en su edición del 2005 posiblemente vuelva a sus fechas iniciales (dejando el mes de diciembre para regresar a octubre).

Él ni siquiera me conoce. Yo sí. Y es que Ramon Colom tiene una deuda moral conmigo.

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