En 1996, Danny Boyle estrenaba su segundo título tras
su debut con Tumba Abierta. Se trataba de Trainspotting, un film en su época
rompedor que trataba el tema de la drogadicción de manera abierta y sin
moralizar en absoluto centrándose, ante todo, en un peculiar grupo de amigos que,
entre pinchazo y pinchazo, deambulaban por la ciudad de Edimburgo. Delirante,
ácida, trepidante y repleta de escenas difíciles de olvidar (la muerte de un
bebé o la búsqueda de un supositorio de opio en el wáter más sucio de
Inglaterra), la cinta marcó la filmografía del realizador; un realizador que en
el 2008 conseguía el Oscar a mejor film por Slumdog Millionaire.
Ahora, 20 años después, recupera a esos mismos
protagonistas en la actualidad a través de T2 Trainspotting, una película más
madura y mucho más reposada que la anterior, tanto por su puesta en escena como
en la manera de acercarse a sus personajes. El delirio general que exhibía en
la primera está mucho más calmado (excepto en su desenfrenada recta final),
controlando en todo momento las escenas más pasadas de rosca y dando un toque
mucho más moderado a las excentricidades de los cuatro amigos protagonistas.
T2 Trainspotting (un título que ironiza claramente
sobre la saga de Terminator) arranca 20 años después del final de su primera
entrega. Dibuja a la perfección el estado actual de cada uno de los cuatro
personajes principales, a los cuales va preparando indistintamente para el
reencuentro; un reencuentro que, en parte, hace imprescindible recuperar el
Trainspotting original para no pillar fuera de juego al espectador ya que, a lo
largo de su metraje, hace un sinfín de referencias a ésta especialmente necesarias para captar, al cien por cien, la esencia de la película.
En la nueva propuesta hay un poco de todo, desde un
cantado ajuste de cuentas hasta los habituales devaneos con todo tipo de
estupefacientes. Y, al igual que en la primera, al personaje que trata con una
delicadeza especial es al más indefenso de todos ellos, ese desvalido Spud al
que interpreta de forma genial Ewen Bremner, un actor que en ningún momento se
deja hacer sombra ni por un deslumbrante Ewan McGregor ni por un Robert
Carlyle que, en esta ocasión, aparte de haberse engordado en demasía, se me
antoja en exceso sobreactuado dando vida a su violentísimo Begbie. En este
aspecto, también cabe destacar la sobriedad y efectividad con la que Steven
Robertson afronta su papel y la presencia de Anjela Nedyalkova (Veronika en el
film), la chica cuyas acciones influirán en su apartado final.
Hace dos décadas, cuatro amigos habían quedado
abocados al vacío. Dany Boyle los rescata y los vuelve a situar en la palestra,
demostrándonos, de manera sobria e inteligente, que a pesar de haber crecido, ese
vacío aún les sigue rondando. Si disfrutaron con Trainspotting, no dejen
escapar este T2. No deja de ser un poco más de lo mismo, pero con el “mínimo”
equilibrio que otorga el paso de los años.
1 comentario:
tengo muchas ganas de verla
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