Tras la correcta El Desafío, Robert Zemeckis vuelve
a la carga con Aliados, una cinta ambientada en 1942, en plena 2ª Guerra
Mundial, que transcurre entre dos frentes muy diferenciados, Casablanca y
Londres. Como fuerte gancho comercial, el protagonismo de Brad Pitt y Marion
Cotillard: él, un agente de la inteligencia británica; ella, un miembro de la
resistencia francesa. Juntos habrán de liquidar a un alto mando del ejército
nazi, una misión peligrosa en el norte de África que hará que entre ellos surja
algo más que una simple historia de amor; una relación que, sin embargo, se
verá trastocada por una serie de sospechas preocupantes.
Aliados mezcla, en su trama, el drama romántico con
el thriller de espionaje y, para ello, el realizador de la saga de Regreso al Futuro, lo hace a través de una estructura narrativa y una puesta en escena de
lo más clásico, aunque sin renunciar por ello a una de las constantes de su
filmografía, o sea, a un brillante alarde de efectos especiales que acompañan a
la perfección los avatares de la pareja protagónica, al tiempo que le confiere a
la cosa un indiscutible (y siempre de agradecer) atractivo visual.
La cinta funciona a sus dos niveles: tanto su
historia de amor como la intriga que la termina envolviendo, tienen el gancho
suficiente como para mantener al espectador pegado a su butaca. Sin resultar
del todo creíble, posee esa misma virtud de algunos maestros
del cine de suspense (léase Hitchcock, sin ir más lejos) que, con su savoir
faire, fueron capaces de convertir una ficción de lo más inverosímil en una
película inolvidable.
Buena parte del mérito del film reside en las excelentes
composiciones que hacen de sus respectivos personajes unos vibrantes Brad Pitt y Marion
Cotillard y, por supuesto, en esa química que ambos desprenden a lo largo y
ancho de su dilatado metraje; más de dos horas que acaban pasando en un abrir y
cerrar de ojos. Lástima que, en su parte final, Zemeckis (como buen alumno de
Spielberg que es), le añada a su producto un más que innecesario y lacrimógeno
epílogo. Nadie es perfecto, como sentenciaría Joe E. Brown.
Entretenida, intrigante, elegante, emotiva y
adornada con todos los tics y tópicos del cine clásico por excelencia. Y ya,
puestos en plan portera, si a ello le añaden el morbo de la rumorología
existente sobre un posible affaire entre el Pitt y la Cotillard, el invento aún
lo digerirán mejor.
1 comentario:
La película, entretenida; la ambientación, impecable; la idea, buena; la ejecución, simplona. Y el Pitt, raro con lo que se ha hecho en el careto.
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