30.10.14

Conectando crímenes


Betibú es una coproducción argentina-española que, filmada casi íntegramente en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, nos ofrece una historia policiaca, con un montón de crímenes entrelazados y protagonizada por tres de los periodistas de la sección “policiales” del periódico El Tribuno que se encargan de investigar el caso para el rotativo: el novato Mariano Saravia, el veterano Jaime Brena y Nuria Iscar, una prestigiosa escritora de novela negra, conocida entre sus más íntimos como Betibú, que ha sido invitada por su antiguo amante, el director del diario, a formar parte del equipo de investigación.


Dirigida por Miguel Cohan, la cinta posee un inicio prometedor y bien expuesto que se mueve entre los cánones más clásicos del género: la correcta exposición del primer crimen, la presentación de sus protagonistas principales y las primeras pesquisas, añadiéndole un toque de sarcasmo (muy de agradecer) sobre esa corriente elitista que significa la alarmante proliferación, en países sudamericanos, de grandes y lujosas zonas residenciales blindadas del exterior gracias a la seguridad privada (lugar en donde se comete el principal asesinato) y sobre la que se esconde todo un elegante guiño a la excelente película hispano-mejicana La Zona.

Betibú sigue manteniendo el interés del espectador en su parte central. Va exponiendo nuevos datos a la platea de forma dosificada y siempre manteniéndose dentro de los márgenes de un argumento perfectamente comprensible. Incluso se atreve a introducir a un divertido y curioso personaje de lo más conspiranoico, El Gato, un tipo con pinta de homeless que vive entre miles de carpetas y cintas de video y audio asegurando la existencia de una organización secreta que controla nuestra existencia.


Otros puntos a favor de la película se encuentran en el buen trabajo de una sobria Mercedes Morán, la Betibú del título, y de la pequeña aunque intensa colaboración del todoterreno José Coronado, dando vida al director de El Tribuno, así como de la solvencia de Daniel Fanego (el reportero experimentado). Otra cosa es la esforzada (aunque endeble) interpretación de Alberto Ammann (el periodista principiante) que, para más INRI, hace gala de una dicción un tanto difícil de entender (sobre todo para el público de España).


Es una lástima que un producto bien planteado e interesante como este, no sepa llegar a una resolución mucho más sugestiva. Y es que el tal Miguel Cohan, en su afán por ser original y romper con el clasicismo que exhibe durante casi todo el metraje, apuesta por un final rompedor que lo único que consigue es dejar cabos sueltos por todas partes.

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