6.6.14

Las abuelitas calentorras


Ellas son dos buenas amigas, una amistad que empezó en su más tierna infancia; dos atractivas mujeres maduras que residen en un idílico lugar de la costa australiana. La una está casada y la otra viuda. Atienden, respectivamente, por Roz y Lil. Y ambas son madres de un par de efebos guapos, musculados y amantes del surf; el uno moreno, el otro rubito. Durante un verano en que el marido de Roz se ausenta por cuestiones laborales, estallará el conflicto emocional, ya que mientras Roz se queda prendada de los encantos del hijo de Lil, a ésta le ocurrirá lo mismo con el hijo de Roz. Dos Madres Perfectas es el título de este festival de tópicos rosados y eróticos que ha planificado, con bastante mala fortuna y poquísima inspiración, la realizadora luxemburguesa Anne Fontaine.


Enclaves paradisíacos, playas vírgenes, féminas no tan vírgenes y adolescentes en plena efervescencia sexual. Más trivial, imposible. Un folletín que acumula temas gastados hasta la saciedad y que, en realidad, no es más que un descarado vehículo para el lucimiento de sus dos protagonistas femeninas: Robin Wright y Naomi Watts. Un duelo interpretativo y físico (¿no resulta morbososo para el espectador juzgar cuál de las dos se conserva mejor?) que queda en tablas. En cuanto a ellas, no hay nada que objetar, pues tanto la una como la otra están perfectas en los roles que les han caído en desgracia. El problema estriba en lo manido de la historia planteada y en lo ridículos (e incluso cursis) que resultan la mayoría de sus pasajes.


El miedo a envejecer, los remordimientos de conciencia debidos a la situación creada entre ambas familias, los sentimientos de culpa y los celos, son tan sólo algunas de las previsibles minucias que se barajan en este descomunal despropósito construido a golpe de postalitas turísticas, escenas de sexo light y jovencitos guapos y enamoradizos.


Dos Madres Perfectas sigue apoyando mi teoría de que la mayor parte de películas con surfistas en su interior (excepto honradas excepciones) son caca de la vaca, por mucha Robin Wright y Naomi Watts que pululen por ahí.

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