9.2.14

El embaucador


Dirigida por el neoyorquino David O. Russell (el mismo de El Lado Bueno de las Cosas y The Fighter), La Gran Estafa Americana se ha convertido en una de las (discutibles) favoritas al Oscar de esta temporada. Inspirada, a grandes rasgos, en un caso real sucedido en los EE.UU. durante los años 80, la película narra las estrategias que han de urdir una pareja de estafadores profesionales cuando, tras ser atrapados durante uno de sus timos por un agente del FBI, se vean obligados a trabajar para los federales con la finalidad de pillar, con las manos en la masa, a un grupo de mafiosos y políticos corruptos.


Esencialmente, La Gran Estafa Americana se trata de una comedia. Pero una comedia en la que, al mismo tiempo, se aglutinan varios géneros: desde el thriller al melodrama; todo vale en el caos de personajes y engaños perpetrados por el realizador y su coguionista, Eric Warren Singer. Desde el humor más alocado y sarcástico a la tragicomedia más absoluta. La cosa tiene nervio. Su montaje es frenético, no da tiempo al aburrimiento. Salta de un personaje al otro, al tiempo que utiliza las voces en off de sus tres principales protagonistas para ir centrando al espectador en medio de ese maremágnum de historias paralelas y subtramas que propone.

La cinta entretiene y engancha. Todo entra suave, como con vaselina. Sus tres personajes principales están perfectamente definidos y sus actores, del primero al último, están perfectos en sus roles, empezando por un engordado Christian Bale, siguiendo con una efectiva Amy Adams y terminando por un divertido Bradley Cooper. El primero, arropado por un look de lo más hortera, como el cerebro del grupo; la segunda, en la piel de una embaucadora que finge ser ciudadana británica y el tercero dando vida a un amargado, enamoradizo y empecinado agente federal. Pero, a pesar de lo divertidos y espléndidos que resultan, sobresale una secundaria de lujo que se los come a todos con patatas: se trata de una majestuosa Jennifer Lawrence quien, ejerciendo de la peculiar esposa del personaje de Bale, cautiva al espectador con su bipolar personalidad y con la locura con la que aborda su cometido.


Casi dos horas y cuarto de proyección que pasan en un abrir y cerrar de ojos. Todo parece muy milimetrado, empezando por su cuidadísima ambientación ochentera y terminando por el complicadísima peinado de Christian Bale. Uno sale del cine con la sensación de habérselo pasado muy bien. Pero cuando se empieza a analizar su trama con un poco de detenimiento, la cosa se descuadra por completo. Entre sus numerosas lagunas narrativas (o, mejor dicho, agujeros negros), lo poco explícito que se muestra en ciertos aspectos de la intriga y ese tono condescendiente con el que, hacia el final, arropa a su fauna de políticos corruptos, La Gran Estafa Americana se convierte, por si misma, en una gran estafa para el espectador, pues David O. Russell, a lo largo y ancho de su dilatado metraje, ha desempeñado el papel de embaucador y nos ha hecho comulgar con ruedas de molino. Nunca un film tan vacío como éste nos había llenado tanto.

2 comentarios:

caligula dijo...

Vaya, todavía no le han avisado de la muerte de Shirley Temple?? pues sí, resulta que seguía viva la señora embajadora. Pero ya no.

Saludos

El Señor Lechero dijo...

Ya tenía sus años, la señora.