9.3.12

Costumbrismo pueril

A la nueva película de Ventura Pons, Any de Gràcia (Año de Gracia), no hay por donde pillarla. Más que una película dirigida por un profesional con años de experiencia, da la impresión de tratarse de un trabajo amateur firmado por un colegial de quince años con ganas de debutar en el cine. Un producto extremadamente básico, tanto en el aspecto temático como técnico.

La historia, en su planteamiento, desarrollo y situaciones, no podría ser más simple, tontorrona y pueril: un joven veinteañero deja su pueblo natal y se instala en Barcelona para iniciar sus estudios universitarios. La falta de medios económicos, hará que acepte la habitación que le ofrece Gràcia, una mujer solitaria de 70 años a cambio de compañía y atención; una anciana amargada que, desde las cuatro paredes de su viejo piso, impondrá sus autoritarias normas de convivencia e intentará minar la buena voluntad del estudiante.

Un guión y unos diálogos que parecen escritos por la mano inocente de un grupo de impúberes, en donde los tópicos se amontonan uno sobre el otro, empezando por el “buenismo” que desprenden ciertos personajes, como los del muchacho protagonista o el del propietario de un bareto al que da vida Santi Millán. Un argumento de lo más inconsistente y pueril al que Ventura Pons, de forma fallida, intenta darle un toque de costumbrismo.

Una innecesaria postal turística del barrio de Gràcia al servicio de una historia blanca que, sin lograrlo, pretende reflejar la cotidianeidad de un (reducidísimo) grupo de vecinos y sus problemas diarios, así como el despertar sexual en la adolescencia. Vaya, lo nunca visto. Y ello sin citar uno de los finales más estúpidos, precipitados e inexplicables vistos en tiempo.

Suerte que, entre tanta chapuza y un montón de interpretaciones de las de vergüenza ajena (¿de dónde narices ha salido Oriol Pla, el joven protagonista de la cosa?), la Rosa Maria Sardà, con su desparpajo y savoir faire habitual, consigue hacer más aguantable una función de lo más inconsistente.

Si ya en versión original catalana la cosa tumba de espaldas, no querría saber el mazazo que supone verla doblada al castellano. Ni siquiera deben funcionar las coñas de la Sardà.

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