8.8.11

Los monos también están indignados

Cuando en 1968 Franklin J. Schaffner se ponía al frente del rodaje de El Planeta de los Simios (hoy en día considerado un clásico indiscutible), poco se imaginaba que estaba abriendo las puertas a una franquicia que parece no querer agotarse nunca. Varias secuelas, una serie televisiva, un (olvidable) remake firmado por Tim Burton y ahora, recién estrenada, llega El Origen del Planeta de los Simios, un bienintencionado producto que entronca directamente con el título original protagonizado por Charlton Heston. De hecho, en esta entrega se dan a conocer las claves que condujeron a la Tierra a convertirse en un planeta dominado por simios, de una forma más seria que en algunas de las básicas y zetosas secuelas de la época.

Al contrario que en el film de Burton, en donde éste se inventaba una nueva historia con algunas similitudes con la cinta primaria, Rupert Wyatt ha optado por una trama que de explicación a los interrogantes que se planteaba el personaje de Heston (George Taylor) en la magistral escena final de El Planeta de los Simios. Para desvelar tales enigmas, en El Origen del Planeta de los Simios se recurre a la experimentación farmacológica abusiva con chimpancés y al maltrato que algunos humanos infligen a estos animales. Añádanle a todo ello la posibilidad de la existencia de un simio dotado de una inteligencia superior y cierto poder de liderazgo entre los suyos... y pronto se armará la marimorena.

Un entretenido título que dignifica al género de la ciencia ficción y que, por méritos propios, queda muy por encima de las olvidables continuaciones (serie de televisión incluida) que surgieron a partir de la película del 68 y con las que, sin embargo, se muestra extremadamente respetuoso. Tanto es así que el chimpancé protagonista, una especie de Espartaco simiesco, atiende por César, el mismo nombre del mono protagonista de La Conquista del Planeta de los Simios, mientras que uno de sus compañeros de lucha, un orangután procedente del mundo del circo, ha sido bautizado como Maurice, seguramente en honor a Maurice Evans, el actor que encarnara a otro orangután célebre en el film original: el mítico Dr. Zaius.

Pero no sólo se conforma con los nombres de los animales ya que, a lo largo de su metraje, descubrirán un montón de guiños a la cinta del 68 que no voy a desvelar. Algunos de ellos son muy evidentes, mientras que otros quedan más velados debido a la sutileza con que han sido insertados.

De todas formas, El Origen del Planeta de los Simios por suerte no solo se alimenta de (gratos) homenajes cinéfilos. Es algo más que ello. Un loable trabajo que busca entretener a las plateas y que, en este aspecto, no decepciona en absoluto. Su tramo final, en el que el Golden Gate de San Francisco adquiere un relieve especial, aparte de trepidante, es de un virtuosismo visual ejemplar. Conjuga a la perfección los efectos especiales con la acción y, al mismo tiempo, logra que el espectador enfatice a la perfección con César, el simio líder de la revuelta, tras el que se esconde Andy Serkis, el mismo hombre que dotara de vida al inolvidable Gollum.

Una monada de película, vaya.

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