11.4.11

La trampa de la muerte

Su academia fue la televisión, hasta que 12 Hombres Sin Piedad le acercaron hasta la gran pantalla, lugar en el que El Grupo citado le obligó a ejercer de Abogado del Diablo. El pasado sábado, tras un periodo En Estado Crítico que desembocó en una Tarde de Perros, se nos confirmó el temido Veredicto Final: la Llamada Para el Muerto acababa de sonar. A los 86 años de edad nos abandonaba Sydney Lumet, uno de los grandes maestros del cine.

Residente en Nueva York, ejerció de Príncipe de la Ciudad y sin caer jamás en La Ofensa, su Piel de Serpiente le acercó hasta el mítico Serpico para colocar en un brete el Poder del sistema judicial norteamericano y, de pasada, cuestionar la Corrupción Total que se escondía en el seno del cuerpo policial.

Estuvo implicado en un Asesinato en el Orient Express, dió un Supergolpe en Manhattan y, en horas bajas, engañó a su colega Cassavetes con Gloria. Para purgar sus pecados, subió hasta el Punto Límite de La Colina y obtuvo Una Cita con un Prestamista para organizar ciertos Negocios de Familia. A la Mañana Siguiente, después de una Larga Jornada Hacia la Noche y desde Un Lugar En Ninguna Parte, empezó a blindarse Un Mundo Implacable a su alrededor.

Antes Que el Diablo Sepa Que Ha Muerto y justo cuando La Noche Caiga Sobre Manhattan, Declaradme Culpable de amar a su cine sobre todas las cosas.

Descanse en paz.

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