26.1.11

La muerte tiene un precio

Clint Eastwood, a los 80 años y al igual que otros cineastas a cierta edad, en su último film, Más Allá de la Vida, se enfrenta cara a cara con la muerte a través de un guión original de Peter Morgan, el mismo que escribiera los libretos de títulos como El Desafío: Frost contra Nixon o The Queen. Vida, amor y muerte, tres conceptos que pululan por entre las enredaderas de las tres historias de las que se compone la película.

Una víctima superviviente de un tsunami, un joven gemelo traumatizado por la muerte inesperada de su hermano y un médium dispuesto a romper definitivamente con sus depresivas experiencias con el más allá, son sus tres personajes principales. Cada uno tiene su propia historia y, como en otras cintas de estructura similar, los tres acabarán coincidiendo en un episodio final. La primera es una periodista francesa, parisina para más señas; el segundo, un niño británico, londinense, mientras que el tercero es un norteamericano residente en San Francisco.

Un inicio brillante y trepidante, en el que se muestran los efectos brutales de un tsunami, ampara totalmente la profesionalidad y categoría de Eastwood como realizador. Tan sólo le son necesarios 5 minutos de su (demasiado) extenso metraje para cargarse, de un plumazo, las cansinas películas sobre desastres naturales de cineastas como Michael Bay y similares. La lástima es que, a partir de un comienzo tan excelente, el resto de metraje se me antoja ciertamente aburrido y muy poco atractivo.

La poca naturalidad con la que transcurren las tres narraciones paralelas, el desencanto con el que Matt Damon afronta el rol de médium quemado o lo endeble que resulta todo su forzado final hacen, de éste, uno de los trabajos menos atractivos (junto con Invictus) de la carrera del director. Blanda en su resolución, la película, dotada de un quebradizo guión que se deshincha a medida que avanza su angosto metraje, parece más un producto firmado directamente por Spielberg (productor del invento) que no por el propio Clint Eastwood.

De todos modos, y a pesar de contar con un guión mal estructurado y que cuesta de digerir, la profesionalidad, el rigor y el clasicismo de los que sabe hacer gala su director en sus productos, hacen que logre momentos deslumbrantes a lo largo de su proyección: el tsunami antes citado o la tensa escena en los andenes del metro londinense, son un buen ejemplo de ello.

Más Allá de la Vida: una mezcla entre en cine más edulcorado de Spielberg y los devaneos sobrenaturales del Shyamalan de El Sexto Sentido. Y, de propina, para compensar sus errores, la fuerza interpretativa de la francesa Cécile de France, el mejor e indiscutible acierto de la película: una mujer a tener muy en cuenta a partir de ahora.

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