Inmerecidamente, nunca se le consideró uno de los grandes y, a pesar de ello y a través de una corrección extrema, se acercó a la mayoría de géneros a la hora de abordar sus distintos trabajos: desde el western (La Noche de los Gigantes) al melodrama iniciático (Verano del 42), pasando por la adaptación de comedias de procedencia teatral (El Próximo Año a la Misma Hora) e incluso por un magistral devaneo con el cine fantástico (El Otro). Y siempre, siempre, aparte del academicismo con el que mimó a sus productos, cuidando al máximo la dirección de actores.
En 1991 dirigió su última película, Verano en Louisiana.
Descanse en paz.
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