15.2.07

Spanish Show

Han pasado ya cuatro años desde que David Serrano estrenara ese entretenimiento fallido que llevaba por nombre Días de Fútbol, y menos de dos respecto a su infumable guión para Los 2 Lados de la Cama. Ahora regresa, como director y guionista (ayudado, en este segundo menester, por el actor Alberto San Juan), con Días de Cine, un nuevo film coral al estilo del de su debut en el campo del largometraje.

En esta ocasión, ambienta su película en 1977, durante los primeros años de la transición, justo cuando el destape en el cine español estaba a la orden del día. Un escritor galardonado en Francia y que hace mucho tiempo que no conoce el éxito en su España natal, decide hacer un guión cinematográfico para después encargarse asimismo de la dirección. Busca un productor también caído en desgracia; le endosan a una folklórica en decadencia como principal protagonista y, por si fuera poco, la esperpéntica censura de la época, en su trama -un drama reivindicativo y antifranquista, con la explotación de mineros como telón de fondo-, descubre un montón de puntos oscuros a eliminar. Entre los cambios (nada sutiles) de su guión y el empecinamiento de su productor por conseguir que Silvia Conde (la estrella del film) se despelote, el hombre entrará en una grave crisis de identidad.

La verdad es que con un argumento como éste, Días de Cine podría haber dado mucho juego. En manos de alguien como Berlanga o de un guionista como Azcona, les aseguro que otro gallo nos hubiera cantado. La película, en su primera media hora, incluso resulta fresca y divertida, francamente prometedora. Un montón de personajes –a cual más estrafalario- entran y salen de pantalla como Pedro por su casa. Todo parece muy bien ligado. Incluso nos ofrece un buen número de gags divertidos y sobresalientes. Pero David Serrano, en su afán por ir más allá de su propuesta, abandona (de golpe y porrazo) ese acompasado y excelente ritmo de comedia inicial para entrar, de lleno, en uno de los esperpentos más ridículos jamás filmados.

No teniendo suficiente con desarmar su brillante idea originaria, decide irse por los Cerros de Úbeda. Cae por derroteros más infantiloides y aprovecha para desmelenar al máximo a la mayoría de sus personajes secundarios. La astracanada ya está en marcha... y no hay nadie capaz de frenarla. Censores y guardias civiles danzan, en el interior de una mina, rodeados de un par de putones -con minifaldas ajustadas y cortitas- y de un grupo de bailarinas disfrazadas de gusanos monstruosos. Más que un homenaje a las trivialidades por las que tuvieron que pasar algunos de los cineastas más progresistas de la época, da la impresión de tratarse de un nefasto guiño a las filmografías de Jess Franco y Jacinto Molina. Y lo peor de todo: sin gracia alguna. Valentina y el Capitán Tan hubieran disfrutado de lo lindo moviendo su esqueleto en las variopintas y espantosas coreografías que, por arte de birlibirloque, el realizador se ha sacado de la manga y sin venir a cuento de nada. Puro delirio de alguien que ha perdido por completo el ingenio.

En Días de Cine uno no puede dejar de llevarse las manos a la cabeza ante un reparto tan mal aprovechado y pésimamente dirigido. A excepción de un genial Miguel Rellán (fantástico desarrollando el rol de productor, un personaje con muchos paralelismos con el de José Luis López Vázquez en la magistral Plácido), del resto de los actores no hay quien se salve. El histrionismo y la exageración son la norma interpretativa de un producto vacío y desequilibrado en todos sus aspectos. Ni dirección, ni ritmo, ni guión que valga. Nada de nada. Excepto, repito, el gigantesco Rellán.

Parece una especie de maldición, pero pocas son las películas capaces de hablar del mundo del cine, desde el propio cine, sin que nazcan ya estrelladas. Haberlas de brillantes, haylas. Pero son minoría. Y Días de Cine, por mucho que le pese a David Serrano, no entrará jamás a formar parte de ese reducido grupo de destacadas.

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