Tras dos interesantes films como El Silencio de Lorna y El Niño de la Bicicleta, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne vuelven a la carga con Dos Días, Una Noche, un sólido producto que reafirma la proximidad de los dos hermanos belgas con el comprometido estilo del británico Ken Loach. Cine social de envergadura que se adentra en un tema tan candente como el de los despidos laborales, en donde brutales reformas laborales, nacidas bajo la excusa de la puta crisis, han dejado al trabajador totalmente desamparado ante las caóticas decisiones de muchos empresarios sin escrúpulos.
Paga extra o el despido de una compañera: el dilema
que tendrán que afrontar 18 trabajadores de una pequeña fábrica de placas
solares ante la presión del propietario. Si deciden votar por tener la paga,
Sandra, una mujer que acaba de salir de una tremenda depresión, tendrá que abandonar
su lugar de trabajo.
Durante todo un fin de semana, la cámara de los
Dardenne Bros. sigue al humillante vía crucis de Sandra yendo a implorar a sus colegas,
uno a uno, el voto a su favor. La imposibilidad de afrontar la educación de sus
dos hijos y el pago de la hipoteca de la casa que comparte con su marido, la
obligarán a suplicar a sus compañeros que renuncien a una bonificación de 1.000
euros para poder seguir con su empleo.
Una cinta dura, compacta, emotiva y totalmente
crítica con el mundo empresarial que refleja, con todo lujo de detalles, una
realidad que afecta a miles y miles de seres humanos. Y allí, dando vida a esa mujer
al límite, una Marion Cotillard sublime y sin apenas maquillaje que hace totalmente
creíble la desesperación de su personaje.
Una historia cruda, real como la vida misma, de una
honestidad moral incuestionable, llena de personajes entre la espada y la pared
y que, al mismo tiempo, abriga una
defensa a ultranza de la dignidad humana. Sin desperdicio alguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario