
Unos decían de ella que era una
Mujer Indomable, otros que se trataba de una
Mujer Maldita; la verdad es que era
Salvaje y Peligrosa. Su
Fuego de Juventud y sus numerosos
Recursos de Mujer la hicieron destacar entre todas las
Mujercitas que poblaron el Hollywood de los años dorados. A pesar de haber bebido del
Árbol de la Vida durante una
Ceremonia Secreta tras un
Pacto Con El Diablo, hoy nos ha abandonado. Su nombre,
Elizabeth Taylor: para ella siempre existirá
Un Lugar en el Sol.
Conoció en persona a
Los Picapiedra, aunque nunca llegó a deambular por
La Senda de los Elefantes. Incluso su voz se dejó oir en el domicilio de los
Simpson. Toda una
Gigante de la interpretación que, por culpa de llevar una vida sentimental más ajetreada que la de
Cleopatra, se convirtió en
Una Mujer Marcada. Durante muchos años,
El Único Juego de la Ciudad consistió en adivinar cual sería su próximo marido. Sus múltiples bodas se asimilaron a una
Cadena Invisible que jamás gustó al
Padre de la Novia.

Sus películas ya han pasado a formar parte de la memoria colectiva, como si se trataran de brillantes
Reflejos En Un Ojo Dorado.
Los Comediantes que la acompañaron durante su carrera la despedirán esta noche con una
Rapsodia, un
Pájaro Azul alzará el vuelo y maullará entristecida una
Gata Sobre el Tejado de Zinc.
Con su muerte,
De Repente, El Último Verano ha vuelto a mi mente y he recordado
La Última Vez Que Vi París. No más
Castillos En La Arena:
Liz Taylor Forever.
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