19.11.15

Érase una vez un gángster maquillado...


Black Mass: Estrictamente Criminal resulta, de entrada, una propuesta interesante ya que, en ella y conducidos de la mano de Scott Cooper, su director, nos da a conocer la vida y milagros de uno de los criminales que más dio que hablar en los EE.UU. durante las décadas de los 70 y los 80: James “Whitey” Bulger, un gángster irlandés que firmó una alianza con el agente del FBI John Connolly, un viejo conocido de la infancia, para ayudar a la agencia a desbancar a la mafia italiana del sur de Boston; un acuerdo que, de hecho, le dio alas para convertirse en el hombre más temido del país.


La cinta, claramente influida en ciertos detalles por la televisiva Los Soprano o por títulos como Uno de los Nuestros de Scorsese, escarba en las miserias de las mafias más barriobajeras, al tiempo que denuncia la corruptela de ciertos agentes desde el seno del mismísimo FBI, contando, para ello, con una ambientación deslumbrante y con el protagonismo de un maquilladísimo (y casi desconocido) Johnny Depp que, con su controladísima interpretación, logra hacernos olvidar aquel histrionismo cansino con el que afrontó los personajes del pirata Jack Sparrow (para la saga de Piratas del Caribe) o del indio Tonto en la divertida El Llanero Solitario; en definitiva, un más que sorprendente Depp que, en el fondo, se convierte en lo más interesante del correcto trabajo de Scott Cooper. Un Johnny Depp perfectamente arropado por gente de la talla de Joel Edgerton (el agente Connolly), Kevin Bacon (uno de los mandos del FBI), Benedict Cumberbacht (el senador hermano de Bulger) o de un turbulento Peter Sarsgaard, en la piel de un descontrolado y sanguinario sicario.


Bien documentada y narrada de forma clara y directa, Black Mass no se anda por las ramas a la hora de afrontar la violencia de los actos del amiguito Bulger: una violencia seca, de las de aquí te pillo y aquí te mato y que incluso, en algunos momentos, se atreve a filmarla fuera de plano, sin resultar por ello menos perturbadora que si la hubiera rodado de frente y con todo tipo de detalles, tal y como sucede con el asesinato de la hijastra de uno de sus colegas.


Un film interesante que, de todos modos y por su tópica puesta en escena (sin muchas sorpresas en su lineal narrativa) no llegará nunca a estar al nivel de los títulos que usa como referentes pero que, sin embargo, logra descubrir al espectador la siniestra cara de un gángster como James “Whitey” Bulger y el entramado de corrupción y rudeza que le rodeaban. Un granito de arena más para añadir a la interminable lista de sugestivas películas sobre el mundo de la mafia que, a buen seguro, será recompensada con una posible candidatura a mejor actor para Johnny Depp, aparte, claro está, de otra para su espléndido maquillaje.

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