18.4.13

De presidio al asilo


En 1986, Otra Ciudad, Otra Ley reunió a Burt Lancaster y Kirk Douglas, dos viejas glorias del Hollywood dorado, para dar vida a un par de achacosos gángsters que, tras cumplir 30 años de condena, intentaban reinsertarse en la sociedad. Una comedia cándida, aunque bastante olvidable (a no ser por la presencia de los dos actores) a la que ahora, por temática y estilo, vuelve a acercarse el actor y director Fisher Stevens con Tipos Legales, un agradable producto que reúne en pantalla, y de una sola tacada, a Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin. Sólo por verlos a ellos, ya vale la pena darle un vistazo a este sencillo, aunque agradable, producto.


La historia, que abriga un gran canto a la amistad masculina y a las segundas oportunidades, se abre con el reencuentro de Val y Doc, dos viejos pistoleros que vuelven a reunirse tras pasarse el primero 28 años entre rejas. Una amistad, la de ellos, que podría verse truncada por el encargo que Doc ha recibido de un mafioso vengativo dispuesto a acabar con la vida de su compañero.

La química existente entre sus tres magníficos protagonistas y ese toque crepuscular y tierno que Fisher le ha otorgado a su fábula, hacen de Tipos Legales un trabajo que se ve de forma complaciente. No molesta, aunque tampoco deslumbra; simplemente entretiene, que ya es mucho, y nos obsequia con la brillantez veteranía de sus actores: un Al Pacino más moderado de lo habitual, un solemne Christopher Walken capaz de decirlo todo con su mirada y un funcional Alan Arkin repitiendo el rol de abuelo enfermizo aunque con ganas de sentirse joven de nuevo (aunque sea sólo por unas horas).


Todo transcurre en un día y en su consecuente (y alocada) noche; una noche en la que se suceden los viajes a un prostíbulo, persecuciones automovilísticas y -teniendo en cuenta la edad de sus protagonistas- alguna que otra visita a hospitales y geriátricos. Un poco de todo -incluida una mínima intriga policiaca y una detonante ingesta de Viagra- al servicio de unos intérpretes en estado de gracia.


Un producto menor, divertido y también emotivo, del que destacaría la ingeniosa escena de la confesión de Valentine (Val para los amigos), el personaje de Al Pacino. Y es que los gángsters también tienen su corazoncito.

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