26.6.05

Ustedes lo han querido: ¡ATERRIZA COMO PUEDAS!

Hace 25 años, tres gamberros se unieron en comandita y urdieron Aterriza Como Puedas, una de las comedias más surrealistas y delirantes de todos los tiempos. Una comedia que, al mismo tiempo, revolucionó un tanto un género que, por aquel entonces, estaba bastante adormecido y que sólo despertaba, de vez en cuando, gracias a algún título de Mel Brooks (El Jovencito Frankenstein) o a los primeros largometrajes de Woody Allen.

La fórmula de Aterriza Como Puedas era muy sencilla pero, al mismo tiempo, ingeniosa. Se trataba de recurrir a esos subproductos hollywoodienses que, nacidos al amparo de la mediocre Aeropuerto, dieron paso a un sinfín de películas en las que, una posible catástrofe aérea, se convertía en la excusa principal de las mismas. Películas que, al mismo tiempo, reciclaban a viejas glorias cinematográficas, rescatadas del Cementerio de los Elefantes, para convertirlas en sus protagonistas principales. Así pues, los envejecidos rostros de Charlton Heston, James Stewart o Alain Delon, entre otros, volvieron a las grandes pantallas de todo el mundo.

David Zucker, Jim Abrahams y Jerry Zucker (popularmente conocidos como el triunvirato ZAZ), los tres realizadores y guionistas del film, no hicieron más que calcar las citadas cintas. El truco estaba en caricaturizarlas al máximo, mediante un humor tan surrealista como destructivo. Jugar con el absurdo al cien por cien y, en lugar de contar con desfasadas estrellas del Séptimo Arte, optaron por rescatar a conocidos actores televisivos en plena decadencia artística. De este modo, Peter Graves (Misión Imposible), Lloyd Bridges (Detective Submarino), Robert Stack (Los Intocables) y Leslie Nielsen (eterno villano en varias series de los años 60), se convirtieron en sus sorprendentes secundarios, mientras que, como joven pareja protagonista, eligieron a un par de sosos bastante inexpresivos, una debutante Julie Hagerty y Robert Hays, también procedente, este último, del mundo de las teleseries. Leslie Nielsen es quien mejor tajada sacó del invento, pues acabó convirtiéndose en musa y elemento imprescindible para la mayoría de títulos posteriores, producidos o dirigidos por alguno de los ZAZ.

El delirio estaba servido. Su hilo argumental era mínimo, casi inexistente. Un piloto de la Segunda Guerra Mundial, traumatizado por una mala experiencia durante una misión bélica, tendría que convertirse en el aguerrido responsable de llevar a buen puerto un avión comercial, en el que toda su tripulación se había intoxicado por la ingestión de un pescado en malas condiciones. Lo de menos era su historia, pues Aterriza Como Puedas supuso una continua y divertida sucesión de gags, a cuál más absurdo y estrafalario, metidos (un tanto sin orden ni concierto) a lo largo de todo su metraje, amontonados de tal manera, uno detrás de otro, que apenas dejaban tiempo al espectador para reponerse de sus carcajadas.

ZAZ, con este film, reinventaron la comedia. Marcaron unas directrices muy concretas que, aún hoy en día -sobre todo en el mundo de la animación informática-, siguen vigentes. El guiño cinéfilo, destructivo y cruel, fue la principal arma de la que se sirvieron para hacer aún más popular su película. Así, productos como Tiburón, Fiebre del Sábado Noche o De Aquí a la Eternidad, tuvieron su merecido hueco satírico en la astracanada tragedia aérea. Un jocoso drama que, por cierto, fue resaltado magistralmente por los impecables acordes de la excelente banda sonora compuesta por Elmer Bernstein.

Durante este año, he podido ver Aterriza Como Puedas en un par de ocasiones. Y les puedo asegurar que, a pesar de notarse el paso del tiempo, aún conserva ese nervio y ese frescor que rezumaba en su estreno. Y es que el ingenio que vertieron en este producto no se volvió a repetir, jamás, en títulos posteriores (Top Secret, Agárralo Como Puedas, Hot Shots, etc.). Podrían estar más o menos acertados, pero explotaron la fórmula hasta límites insospechados, con lo que la originalidad de su ópera prima acabó convirtiéndose en una rutina tan poco sorprendente como previsible.

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