El lunes 12 de octubre,
el día amaneció en Sitges con Arnold Schwarzenegger y su Maggie, un título que,
producido por él y dirigido por el debutante Henry Hobson, intenta, sin
conseguirlo, cambiar la imagen del actor a través de un personaje más humano y
dotado de muchísimos sentimientos; demasiados. La cinta parte de un futuro
apocalíptico, en donde, debido a un virus, la gente termina convirtiéndose en
zombi; aunque en unos zombies muy particulares, ya que, tras ser contaminados,
antes de desarrollar del todo la enfermedad, habrán de pasar un considerable periodo
de incubación. Total, que la hija del Schwarzenegger, la Maggie del título, ha
sido mordida por una de las criaturas infectadas y, tanto ella como su sufrido
padre, aceptarán el reto de forma muy consciente y, hasta por momentos, cursi.
La película aburre hasta a las musarañas y, en su apartado final, el director
se muestra como un personaje bastante cobarde que, en su endeble tratamiento,
no quiere meterse en camisa de once varas, al tiempo que al amigo Arnie se le
ve de lo más incómodo en un papel que le va demasiado grande. Con Maggie, el
bostezo está asegurado.
A continuación llegó Love 3D, una cinta de las más esperadas debido al escándalo que supuso su pase en el
último festival de Cannes. De hecho, se trata del último desafío de
Gaspar Noé. Y, en realidad, no es más que una provocación, en la que, de forma
ciertamente pesarosa, mezcla el melodrama con el porno, escudándose para ello en
una historia de amor en la que sus personajes se pasan la mayor parte de su
metraje (136 minutejos de lo más cansinos) follando de todas las maneras posibles y en
distintas posiciones. Tríos, dúos y un poco de perversión para que el director experimente
a sus anchas con los efectos del 3D, como ese pene erecto que, en primer plano,
escupe un chorro gigantesco de semen a la cara del espectador. Y poquita cosa
más, a excepción de esa patética manera de desaprovechar la presencia de unos
personajes secundarios que podrían haber dado muchísima más de sí. En
definitiva: porno light para gafapastas. Eso sí: pollas, muchísimas; vaginas,
en muy contadas ocasiones.
La Prochaine Fois Je Visereai le Coeur (La Próxima Vez Apuntaré al Corazón) es cine negro a la
francesa. Dirigida por Cédric Anger y basándose en un caso real que sucedió en
la Francia rural de finales de los 60, nos muestra los intentos de la policía y
la gendarmería del lugar por dar caza a un asesino en serie; un serial killer
que, en realidad, era unos de los agentes encargados del caso. La cinta arranca
bien, con fuerza, y nos sorprende con la esmerada interpretación del agente en
cuestión, el siempre efectivo Guillaume Canet, pero, a medida que avanza la
proyección (plagada, no se puede negar, de momentos interesantes) y a pesar de
inspirarse en hechos verídicos, la cosa no acaba de cuadrar en determinados
pasajes. Un film irregular, de narrativa en exceso contemplativa y lenta, que
no me acabó de convencer.
El mejicano José Manuel
Cravioto, desde los EE.UU., animó un poco la jornada con su Bound To Vengeance,
una estimulante serie B que transcurre en una sola noche y en la que una
muchacha secuestrada, tras escapar de su raptor, en su desespero intentará una cruenta
venganza al tiempo que pretende liberar a otras chicas que, como ella, han sido
secuestradas por el mismo tipo. Su toque gore y un buen número de pasajes
totalmente increíbles pero filmados con pulso firme, dan fuerza a una función
con pocas sorpresas en su haber. Mucha adrenalina, el modo de tratar la
violencia, un metraje ajustado (80 minutitos que siempre resultan de agradecer)
y el feliz descubrimiento de su actriz protagonista, Tina Ivlev, hacen de este
un film entretenido de visionar. Y punto.
La jornada terminó, en
sesión golfa, con Bone Tomahawk, una nueva ópera prima más que, en este caso y dirigida
por un tal S. Craig Zahler, se atrevía a mezclar las coordenadas del western
más clásico con un puntito (o puntazo), demasiado pasado de rosca, de gore. Una serie B que
parte del secuestro de una mujer y dos hombres por parte de una pequeña tribu
de indios caníbales y que se centra, ante todo, en el viaje que inicia una muy
peculiar cuadrilla para rescatarlos. La cinta recupera en un papel protagonista
a Kurt Russell y lo empareja con el todoterreno de Patrick Wilson, aunque el
que en realidad se lleva el gato al agua es el siempre magnífico Richard Jenkins (¡qué buen
actor es este hombre!). Lástima que, en su media hora final, justo cuando
llegan a la guarida de los caníbales, todo el clasicismo magnético del que presumía
el producto, se pierde al derivar hacía el cine más zetoso y de cartón piedra.
Una pena, pues lo cosa me estaba interesando y su realizador se muestra incapaz
de resolverlo con soltura.
Continuará...
1 comentario:
Muy interesante! No conocía de la existencia de la nueva película de Arnold Schwarzenegger, sin duda alguna le echare un vistazo!
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