El próximo domingo hubiera cumplido 85 años, pero el
pasado miércoles nos dejaba Rod Taylor, el soñador rebelde que se bajó del
árbol de la vida cuando tuvo el tiempo en sus manos.
Un domingo en Nueva York se hospedó en el Hotel Internacional, pero se vio obligado a abandonar su habitación cuando una
intriga en el gran hotel le subió al último tren a Katanga y, en compañía de
unas mujeres violentas que huían despavoridas de un grupo de pájaros, se
refugió cerca de un nido de águilas bajo el pseudónimo de Chuka.
Pero como nadie huye eternamente, con furia en la sangre decidió, en 36 horas, aliarse con una sirena sospechosa y un liquidador
para dar con el paradero de unos ladrones de trenes que siempre se sentaban en
mesas separadas de un espeso local de Hong Kong frecuentado por malditos bastardos.
Lástima que hoy los héroes están muertos.
Descanse en paz.
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