
Una guinda del esperpento de la que Berlanga sacaría un gran film. Una caricatura de un país que, en pleno siglo XXI, sigue encallado en las desgracias y chorradas provocada por la miseria de los años 50. Sólo falta el casting. Chus Lampreave bien podría encargarse de dar vida a doña Celia, esa viejecita que, de forma espontánea, decidió restregarle un paño humedecido de Spontex a la cara de un Cristo de un siglo de antigüedad para dejarlo hecho un Cristo. A falta de Agustín González o Fernando Fernán Gómez, y en un acto de bravuconería populachera, personalmente optaría por Santiago Segura para encarnar al mosén de la parroquía… Y es que me lo imagino achuchando a la buena mujer al grito de “¡usted pinte y calle, señora, pinte y calle!”.
Antonio Resines da el tipo ideal para encarnar al alcalde, un hombre de tendencias fascistoides enfrascado en la lectura de un libro sobre la grandeza del imperio austrohúngaro. Y allí, siempre incordiando, a pequeñas dosis y otorgándole al film un suavecito aunque necesario toque de humor negro, muy en la línea de la grandiosa El Cochecito, Enrique San Francisco en la piel del hijo de la restauradora accidental.
¿Alguien se apunta a empezar ya con el guión?
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