John Michael McDonagh debuta en el campo del largometraje con
El Irlandés, un producto
made in Ireland que le ofrece a
Brendan Gleeson un bomboncito de papel: el de un policía de un pueblecito irlandés, racista, bebedor y putero, que se verá obligado a colaborar con un agente del FBI de color para desarticular una banda de narcotraficantes que actúan en su condado.
El Irlandés cuenta una historia de las de siempre aunque, en su narrativa y brillante descripción de personajes, consigue darle un toque totalmente distinto y personal; algo así como lo que sucedía con la espléndida
Escondidos en Brujas (también con
Brendan Gleeson), cinta curiosamente realizada por su hermano,
Martin McDonagh. Ambas películas poseen más de un denominador común, empezando por su original visión del cine negro y, ante todo, por su particularísimo sentido del humor, socarrón y cáustico.
La cinta de
John Michael, más que en la trama policíaca planteada, se apoya en la relación que se establece entre el sargento
Gerry Boyle (ese poli rural de modales cuestionables) y el agente federal
Wendell Everett, un hombre sencillo de carácter totalmente opuesto al de su nuevo y obligado compinche. Interpretado por un moderadísimo
Don Cheadle, ofrece el contrapunto ideal al del anárquico personaje al que da vida
Gleeson; un personaje, este último, que a pesar de su aspecto bravucón y pasota termina poniéndose al espectador a su lado.
Calexico, el compositor musical, le da un toque muy a lo
Ennio Morricone de los primeros tiempos a su banda sonora; una banda sonora que, junto al tratamiento narrativo y estético del film y a la presencia de un orondo
Brendan Gleeson capaz de emular a esos insolentes sheriffs que moldeó en tantas ocasiones un crepuscular
John Wayne, le dan a El Irlandés un claro e innegable aspecto de
eurowestern.
Cine independiente, coñón, compacto y duro. El retrato de un hombre de ley que se pasa la ley por el culo y, al mismo tiempo, el de la otra cara de la moneda: el de un tipo legal y respetuoso que, en la negatividad de su compañero, acaba por descubrir en éste su lado más humano.

Entren en el universo rural propuesto por
McDonagh, a ser posible en su versión original para disfrutar con su galimatías idiomático, y déjense sorprender por una rareza dispuesta a romper moldes. Vale la pena.
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