
La Maldición de las Verduras tiene muy poco (o nada) que envidiar a la anterior película de la casa Aardman, Chicken Run, ese ingenioso guiño gallináceo a una de las películas clásicas por excelencia del género de aventuras, La Gran Evasión. En esta ocasión, los guiños son a todo un estilo de hacer cine, llevándose la palma los eternos terrores de la Universal, empezando por El Hombre Lobo y acabando por el mismísimo Dr. Frankenstein.
Y no sólo la Universal es la única homenajeada, pues por momentos, la estética que envuelve a Wallace y Gromit parece sacada de esos decorados y ese peculiar tratamiento del color y de la imagen que, durante años, caracterizó a la gótica casa Hammer. Todo ello sin olvidar tampoco a la criatura más millonaria de la RKO, King Kong; aunque un Kong peculiar, en forma de conejo gigante, empecinado en zamparse tantas verduras como le sea posible y tras el que se esconde el primer tratado mundial de cuniculutropía (o sea, como la licantropía pero cambiando los lobos por los conejos).


Aparte de citar su chispeante guión (un trabajo de amor cinéfilo al cien por cien), valdría la pena resaltar la artesanía y el cariño con los que Nick Park y su Aardman dan vida a sus muñecos de plastilina, moldeándolos y otorgándoles personalísimos caracteres con la ayuda, tan sólo, de tres o cuatro detalles puntuales. Y, ante todo, tener en cuenta el valor de una empresa que, en tiempos de total tecnología informática, opta por prescindir de ésta y sigue apostando por un trabajo más cercano al que en tiempos realizara el gran Ray Harryhausen.
En Barcelona y alrededores, aún se exhibe en alguna sala. Si no la vieron en su día, no la dejen escapar. Una delicatessen que también acaba de ser editada en DVD. Tómense un respiro y denle una oportunidad. Es tan fresca que su visionado libera estrés y mala leche.

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