28.11.17
16.11.17
SITGES 2017: Jornada 9 (de inmigrantes que levitan, teenagers que mueren una y otra vez y cortes de electricidad)
Viernes 13 de octubre, penúltimo día del Festival.
Una jornada que empezó con Jupiter’s Moon, la cinta húngara que se alzó,
finalmente, con el premio al mejor largometraje de esta edición. Una extraña
mezcla entre el cine de superhéroes y la denuncia política que se abre ,de forma
frenética y atractiva, con la masiva entrada de inmigrante cruzando de forma
ilegal una frontera mientras son tiroteados sin miramientos por la policía. En
Jupiter’s Moon hay un poco de todo: un ilegal herido capaz de levitar, médicos
corruptos y polis con demasiada mala leche. La primera parte engancha, tanto
por su atípico planteamiento como por su cuidadísima realización (a pesar de
abusar un tanto de la cámara en mano), pero luego la cosa se complica en exceso
y el guión empieza a hacer aguas por todas partes. En definitiva, se trata de
un indigesto cóctel entre el cine de Costa-Gavras y los X-Men.
Si con A Day ya tuvimos un homenaje, muy a la coreana, de
Atrapado en el Tiempo, ahora se vuelve a repetir guiño al magistral bucle
temporal urdido Harold Ramis con Feliz Día de tu Muerte, una película
norteamericana que, dirigida por Christopher Landon y dirigida claramente al
público adolescente, nos enfrenta al caracolillo diario que vivirá una joven
estudiante para evitar que, al final de su jornada, sea asesinada de nuevo. La
cosa, aparte de una buena factura, tiene su gracia, pero al final acaba
cansando. Entre que su guión se me antojó excesivamente facilón y que su joven protagonista
femenina, una tal Jessica Rothe, me pareció de lo más soso, no acabé de entrar
del todo en una propuesta poco original y llena de guiños a montones de films
con asesinos portadores de caretas diversas y especializados en degollar a teenagers. Poca
cosa, aunque para muchos (de forma sorprendente) resultó de lo más refrescante.
El día lo cerré con Survival Family, una simpática
producción japonesa que, a medio camino entre la comedia y el cine de aventuras
apocalípticas, coloca al espectador en la piel de los miembros de una familia de
Tokio, los Suzuki, cuando estos ven trastocada su rutina social y laboral
habitual al quedarse todo el país sin electricidad. Dispuestos a iniciar un
nuevo tipo de vida, deciden abandonar la ciudad y buscar un nuevo lugar en el
que instalarse. Una correcta cinta, cargada de buenas intenciones que, sin
embargo, peca de alargar en extremo su metraje (cercano a las dos horas), lo cual
acaba influyendo en el estado de ánimo de un espectador que, a la hora y media,
ya ha sufrido todo lo sufrible por los avatares por los que han de pasar los
Suzuki.
Y en el próximo post, el final de la 50ª edición.
12.11.17
6.11.17
SITGES 2017: Jornada 8 (de leyendas vascas, fantasmas estonios y de merecidos descansos)
Después de un pequeño paréntesis, sigo con la
información relativa a la 50ª edición del Festival de Sitges.
El jueves 13 de octubre, la mañana se abrió con
Errementari, un film vasco y hablado en euskera que, producido por Álex de la
Iglesia y dirigido por el debutante Paul Urkijo Alijo, entra de lleno en las
leyendas populares vascas, en una historia que, ambientada en la Álava del
siglo XIX, mezcla el folklore del país con un muy peculiar descenso a los
infiernos y en donde, un herrero y una niña huérfana, destapan una oscura
historia en donde los pactos con el diablo se convierten en la orden del día.
Curiosa aunque irregular cinta que, contando con una parte inicial bastante
atractiva, va perdiendo fuelle hasta llegar a un episodio final, de tintes
fantásticos y demoniacos, en donde el cartón piedra obtiene un cansino y
especial protagonismo.
A continuación sufrí la proyección de November, un
film procedente de los países bajos y que llegaba al festival precedido de
cierto prestigio. Aparte de contar con una espléndida fotografía en blanco y
negro, no hay nada más que pueda avalar el citado prestigio de este producto.
Aburrido, pedante, sin pies ni cabeza y capaz de provocar profundas
somnolencias y raudas fugas del Auditorio del Meliá. Dirigido por el estonio
Rainer Sarnet, se trata de una presuntuosa fabula fantástica en la
que, en medio de paisajes helados y nevados, se mezclan fantasmas de familiares
muertos, hombres lobos, enfermedades mortales y un poco de magia negra. Si les
he de ser sincero, ante tanta pretenciosidad narrativa y visual (llena de
planos y escenas interminables), yo fui uno de los que decidió escapar de la
sala. En el exterior hacia un día magnífico como para desperdiciarlo con tomaduras de
pelo tan inmensas.
En resumen: un día tranquilo. Como el cansancio de
tanto cine ya empezaba a hacer mella en mí, decidí dejar por unas horas el Séptimo Arte aparcado en un rincón y disfrutar la mi estancia en Sitges. Hasta al día siguiente,
claro está.
To be continued…
3.11.17
Hoy tampoco va de cine
Hoy me siento triste, cabreado e impotente ante un
estado español que ha mostrado su cara más oscura y franquista; un estado, que ellos
llaman de "derecho", en el que no existe la separación de poderes y en la que
fiscales, jueces y gobernantes comen del mismo plato, al igual que hacen los perros. Una España
purulenta, gobernada por el partido más corrupto de Europa y que aún se permite
el lujo de hablar de “legalidad” sin avergonzarse de ser, en realidad, un grupo
mafioso que, durante años, se ha estado embolsando todo el dinero público que
ha caído en sus manos. Una España miserable que, al igual que en tiempos del
dictador Francisco Franco, vuelve a tener presos políticos en sus prisiones. Y
todo ello, bajo el beneplácito del PSOE y del PSC y de una Europa encorsetada que
mira hacia otro lado, ignorando que los catalanes somos también ciudadanos
europeos a los que se nos está privando de los derechos humanos más
fundamentales.
Repito: tristeza, cabreo e impotencia, pues con sus métodos represivos no se arregla el
problema. Al contrario, se agrava hasta límites insospechados.
Visca Catalunya!
Llibertat presos polítics ja!!!!
30.10.17
SITGES 2017: Jornada 7 (de westerns violentos, viudas vengativas, serial killers adolescentes y familias disfuncionales)
Por la mañana, a primera hora, pude disfrutar de Brimstone,
una de las mejores películas del Festival y que, precisamente estos días, se
puede también disfrutar a través de algunas plataformas de televisión y de su
reciente edición en DVD y Blu Ray. La cinta, dirigida por el danés Martin
Koolhove, es un western sobrio y duro, totalmente compacto y en el que
sobresalen una maravillosa Dakota Fanning y un soberbio Guy Pearce, dando vida,
este último, a un reverendo satánico y extremadamente hijo de puta. Narrada en
cuatro capítulos desordenados temporalmente de forma expresa, Brimstone nos
acerca al infierno que vive una mujer muda por culpa de la existencia de un
sacerdote malévolo y vengativo. 148 minutos sin desperdicio alguno: cada nueva
escena ofrece alguna pista para entender mejor el calvario de Liz, el principal
personaje femenino de la excelente propuesta. A tener muy en cuenta, ante todo,
el segundo acto, aquel que transcurre casi en su integridad en el
prostíbulo de un pequeño pueblecito del Oeste. Canela en rama.
La segunda de la mañana ya fue otra cosa: un rollo
tremendo, vaya. Se trataba de Marlina the Murderer in Four Acts, un film
indonesio con cierto toque de western polvoriento que, dirigido por Mouly Surya y de manera altamente absurda, nos
propone una extrañísima (y aburrida) historia de venganza en manos de una mujer
que, tras enviudar, es violada por un grupo de hombres que a continuación
también le roban las reses de su propiedad. Momentos de alto surrealismo (o,
mejor dicho, de pedantería supina) al servicio de un largometraje que provocó varias
fugas en el auditorio del Hotel Meliá. Escenas plagadas de un silencio
absoluto, decapitados tocando una mandolina y un interminable viaje en un
autobús destartalado, así como un caprichoso (y sin sentido) guiño al Quiero la Cabeza de Alfredo García de Peckinpah, son algunos de los ingredientes que
sumieron a la platea en la modorra total. Personalmente, conseguí oír varios
ronquidos en la sala. Y, como otros muchos, también emprendí la huida antes de
quedarme totalmente sobado.
Más interesante fue My Friend Dahmer, la película de
Marc Meyers que, basada en el cómic de Derf Backderf, narra los años de
adolescencia de Jeffrey Dahmer, el denominado Carnicero de Milwaukee, un
asesino en serio responsable de la muerte de 17 personas entre 1978 y 1991. De
hecho, My Friend Dahmer se acerca a la extravagante personalidad de este
sombrío personaje justo antes de iniciar su carrera homicida, en sus años como
estudiante y bajo la atenta mirada de Derf, uno de sus compañeros de clase más
cercanos. Film controlado, perfectamente interpretado y totalmente inquietante.
En nada truculento, la cámara de Meyers se acerca a las excentricidades del polémico personaje
intentando no juzgarlo en momento alguno, sino dejando que el espectador vaya
descubriendo por si mismo los rasgos más oscuros de un joven que estaba
direccionado hacia el crimen y el canibalismo. Turbadora y
elegantemente sobria.
El día lo cerré con Matar a Dios, una alocada
comedia española dirigida en comandita por Albert Pintó y Caye Casas. Su
premisa argumental es ciertamente prometedora, pues la posibilidad de que Dios
se aparezca en el seno de una familia disfuncional, durante las fiestas
navideñas, y les proponga la posibilidad de salvar a dos de los suyos antes de
que al amanecer se haya extinguido toda la humanidad, tiene su coña. La cosa, en
un principio, funciona y la va amenizando con gruesas gotas de humor
negro, pero sobrepasada la primera media hora de proyección, Matar a Dios queda encallada y cae en una repetición abusiva de todos sus gags; chistes que, en muchos casos,
me resultaron tan facilones como poco inspirados. De todos modos, vale la pena
tener en cuenta el buen trabajo de Eduardo Antuña, ese vendedor de quesos
reconvertido en representante de actores en la serie televisiva ¿Qué Fue de Jorge Sanz?, sin lugar a dudas lo mejor de la irregular comedia.
Próximamente, un pelín más.
26.10.17
SITGES 2017: Jornada 6 (de pitufos marinos, bosques balcánicos y días de la marmota coreana)
El sexto día, el Auditorio del Meliá Sitges abrió
con La Piel Fría, la adaptación cinematográfica de la novela de Albert Sánchez
Piñol y en la que, contando con muy pocos personajes, se nos narra la tensión
que sufrirán un farero y un estudioso cuando, en medio de una solitaria isla,
hayan de enfrentarse a un ejército de criaturas marinas con un mucho de Pitufos por su aspecto azulado. Contando con un buen look visual, la
película acaba aburriendo hasta a las musarañas, resulta cansinamente repetitiva
y, en su traslación a la pantalla, ni sus guionistas (Jesús Olmo y Eron Sheean)
ni su director (Xavier Gens) han sabido salvaguardar la fuerza de la novela
original. La verdad es que, personalmente, me importaba un pimiento esa
historia de amor, a lo bella y la bestia, que nace entre el científico y la desprotegida pitufa
a la que los dos hombres deciden dar cobijo.
The Maus es un film español que, ambientado en
Bosnia y Herzegovina (aunque, en realidad, filmado en bosques hispanos), nos
narra una historia tensa, de violencia y mal rollete, cuando un joven
matrimonio queda atrapado en un bosque bosnio tras tener una avería su
automóvil. Allí, con la peligrosa presencia de un par de personajes no muy
fiables, la pareja empezará a sufrir las consecuencias de la Guerra de los
Balcanes. Su inicio es prometedor, inquietante y magnético. La cosa pinta bien,
pero a la media hora, cuando ha agotado todos los recursos y el suspense
inicial se ha deshinchado del todo, The Maus se convierte en un despropósito,
lleno de falsos giros de guión y de situaciones pésimamente resueltas. Y
atención a su artificioso y truculento final: de juzgado de guardia. Una fallida ópera prima la del
asturiano Yayo Herrero.
A Day es un producto de Corea del Sur que, dirigido
por Sun-ho Cho, se intenta erigir en un complejo homenaje de la magnífica Atrapado en el Tiempo de Harold Ramis. Sin llegar, en ningún momento, a la esplendidez narrativa y cómica del
film de Ramis, A Day apuesta más por el drama y el suspense que no por
la comedia y, rizando el rizo yendo más allá de un solo personaje, entra en
el bucle temporal que sufren tres tipos distintos en la repetición de un mismo
día. En este caso, un doctor intentará evitar la muerte de su hija ocurrida
durante un brutal accidente de circulación; accidente en el que también estarán
involucrados un taxista y el marido de una segunda víctima mortal. La película
no empieza mal, pero por su afán (un tanto repelente) de involucrar a
demasiados personajes en el mismo caracolillo, la idea se pierde en un maremágnum
de chorradas e ingenuidades que sólo conducen hacia un final tan acomodaticio
como apto para todos los públicos. Una verdadera chorrada que, al menos, posee el mérito de no aburrir.
To be continued…
24.10.17
SITGES 2017: Jornada 5 (de asesinas recicladas, camellos entre rejas, gallegos surrealistas y monjas calenturientas)
El lunes 9 de octubre, la jornada empezó de forma
contundente con La Villana, un adrenalínico producto de Corea del Sur que,
dirigido por Byung-Gil Jung (el mismo de Confession of Murder), narra las
aventuras y desventuras de una mujer que, entrenada desde muy pequeña para
matar, saldará sus delitos trabajando durante 10 años para el servicio de
información bajo la falsa personalidad de una actriz teatral. Una cinta tan
entretenida como acelerada, con un montón de escenas de acción perfectamente
filmadas y coreografiadas tras el que, al servicio de un guión un tanto endeble aunque
efectivo, se esconde una especie de remake encubierto de la francesa Nikita y
de su homóloga americana La Asesina. Atención a sus delirantes (y
divertidísimos) primeros minutos de proyección, todo un guiño a los
video-juegos de acción en visión subjetiva y en los que, entre disparos y artes
marciales, no queda vivo ni el apuntador.
La segunda de la mañana fue Brawl in Cell Block 99,
un eficaz producto de serie B que, dirigido por S. Craig Zahlker tras haber
debutado el año pasado con Bone Tomahawk, nos acerca a un contundente thriller
urbano en el que un ex boxeador, después de trapichear para un narcotraficante,
acabará con sus huesos en una cárcel de pesadilla. Protagonizada por un creíble
(y brutal) Vince Vaughn y con una sorprendente colaboración de un desconocidísimo Don Johnson (en el rol de un alcaide sádico en dónde los haya), la curiosidad
de la película radica en que, tras poseer una parte inicial rodada y narrada de
manera totalmente realista (la degradación de un hombre al que la vida no ha
tratado muy bien), se va decantando, a marchas forzadas y de manera consciente,
hacia una locura tan irracional como violenta sin desdeñar, por ello, un
saludable (o insano, según se mire) sentido del humor negro, muy negro,
¡negrísimo!.
Dhogs significó el toque español de la jornada; una
película arriesgada, de producción gallega y hablada totalmente en gallego, en
la que su debutante director, Andrés Goteira, sumerge al espectador en una
espiral de violencia que se inicia con el encuentro fortuito en un hotel entre
una mujer y un yuppie estresado. Navegando entre el realismo más puro y el
surrealismo más descarnado, la cinta, estructurada a base de episodios relacionados
entre sí y a los que el realizador les otorga cierto toque de teatralidad, va
perdiendo gas a medida que avanza su proyección. Tanto es así que, al llegar a
su trágico desenlace, la cosa ya ha perdido todo el interés para un espectador
abrumado ante el mal rollo que se desprende de la mayoría de sus imágenes. Lo
mejor del irregular aunque bienintencionado film, se encuentra en el buen
hacer de sus actores y, ante todo y teniendo en cuenta su bajo presupuesto, en su cuidada y atractiva puesta en escena.
La cuarta jornada la terminé con The Little Hours,
una pequeña película norteamericana de Jeff Baena (el de Life After Beth) que,
ambientada en un convento durante la Edad Media e inspirándose directamente en
El Decamerón de Boccaccio, llena la pantalla de monjas mal habladas y
calenturientas que
pretenden encamarse con el nuevo mozo recién llegado al lugar. A destacar la
presencia de John C. Reilly encarnando a un curioso e inefable sacerdote y, ante todo, su primera media hora de proyección, tan divertida como sorprendente. Después
la cosa pierde fuelle y se adentra en asuntos demasiado forzados para seguir
llamando la atención de la platea. Una lástima todo ese guiño a las brujas de Shalem que adorna su apartado final. Humor gamberro venido a menos.
En la próxima entrega, un poquito más.
21.10.17
Nadie dejará de hablar de él cuando se haya muerto
Ayer inicio un viaje sin retorno. Escapó de la habitación de Fermat y, con sólo unos pasos, logró salir del laberinto del fauno para
pillar el último tren; un tren que le conduciría al final del túnel, justo en el lugar donde estuvo el paraíso. Su nombre, Federico Luppi, también conocido como Martín (Hache).
Montado en caballos salvajes y cabalgando a través
de la nieve negra, se enfrentó a hombres armados y sufrió muy de cerca el espinazo del diablo. Puro éxtasis el que vivió con un grupo de incautos en Lisboa, un lugar en el mundo en donde,
a pesar de la distancia y por cuestión de principios, rememoró un montón de lugares comunes.
20.10.17
SITGES 2017: Jornada 4 (de violencia callejera, vengadores urbanos y fantasmas con sábana incluida)
El domingo 8 de octubre, el Auditorio se despertó
con el ritmo trepidante de Bushwick, un film norteamericano que, dirigido al
alimón por Cary Murnion y Jonathan Milott, nos propone una acelerada historia,
llena de contundentes planos secuencia, en donde una joven, tras bajarse del
metro en el barrio de Bushwick de Nueva York, se verá envuelta en una violenta
odisea al descubrir, atemorizada, que las calles se han llenado de hombres
uniformados y armados que disparan a matar a todo aquel que se ponga en su punto
de mira. Un film tenso, entretenido y violento que logra mantener la atención
del espectador durante una buena parte de su proyección, justo hasta el momento
en que la cinta desvela el porqué de esa matanza callejera; un bajón que, sin
embargo, no le resta interés a un producto que se mueve entre el vibrante estilo
de los vídeo-juegos más sanguinarios y el espíritu de supervivencia,
apoyándose, en todo momento, en el buen hacer de Brittany Snow, su protagonista
femenina, y Dave Bautista, su partenaire masculino, esa mole inmensa que en
Guardianes de la Galaxia da vida al gigantón Drax. Un entretenimiento sin más.
Darkland, thriller danés dirigido por el checo Fenar
Ahmad, es un compacto y visceral trabajo que retoma por enésima vez el
imperecedero tema de la venganza. Ambientada en la ciudad de Copenhague, nos
muestra como un reputado cirujano iraquí, tras el asesinato de su hermano menor
en manos de una banda, movido por el sentimiento de culpabilidad de no haberse
encargado más de éste, decide tomarse la justicia por su mano. Un justiciero
urbano a las antípodas de los que interpretó habitualmente Charles Bronson ya
que, en este caso, el dibujo de sus personajes principales es mucho más
profundo, sus escenas violentas (que de haberlas, haylas, y en cantidad) más
explícitas y, de pasada, ahondando un tanto en la problemática de los guetos de
inmigrantes en nuestra sociedad actual. Correcto e interesante. Por cierto, me
gustaría resaltar el parecido físico de su principal protagonista masculino, Dar
Salin, con Vin Diesel: tomen nota los yanquis para un posible remake.
La jornada la terminé con una de las mayores
tomaduras de pelo del certamen, A Ghost Story, otra paja mental más que, en
este caso, intenta ofrecer una nueva visión del cine sobre fantasmas; una perspectiva
pedantilla y ridícula al mismo tiempo, ya que su espectro (como si de un cuento
infantil se tratara) se pasa todo el metraje pululando como una ánima en pena
cubierto por una sábana con un par de agujeros en los ojos. Tal cual. Protagonizada
por Casey Affleck (el fantasmita de marras) y Rooney Mara (la viudita afligida),
y dirigida por David Lowery (el de la última adaptación de Peter y el Dragón),
la cinta, cargada de metáforas y estúpidas segunda lecturas, es aburrida y
lenta hasta extremos insospechados; tanto es así que, durante casi cuatro
largos minutos, podemos asistir, por ejemplo, a una escena, de plano fijo, en
la que Rooney Mara, apesadumbrada y sentada en el suelo de su cocina, se zampa
una inmensa tarta a desgana mientras es observada, a lo lejos, por la triste
figura del fantasma enfundado en la sábana; sábana que, por cierto, a lo largo
de su proyección y queriéndole otorgar cierto toque de veracidad a la cosa
(¡alucina, Mari Pili!), se va ensuciando con el paso del tiempo. Ver para
creer. Aún no sé qué narices nos ha querido contar el tal Lowery con tal
disfunción cinematográfica.
En el próximo post un poco más de este Sitges 2017.
19.10.17
SITGES 2017: Jornada 3 (de sueños repetitivos, novicias morbosas, sociedades distópicas, reservas indias y ritos satánicos desmelenados)
La verdad es que me apetecía mucho ver el primer film
del día, Muse, la nueva del catalán Jaume Balagueró, un cineasta del que suelen
engancharme la mayoría de sus propuestas, con lo cual, tras la proyección, la
decepción fue aún mayor. La historia que plantea, llena de sectas y sueños
premonitorios, aparte de resultar descabellada e ilógica, está llena de poros
por todas partes. Más allá de cuatro escenas oníricas impactantes arropadas por
una brillante dirección artística, del correcto trabajo interpretativo de su
plantel de actores y de su cuidada interpretación, la cinta se pierde en medio de
un guión un tanto ridículo y deslavazado, pues es tan poca la fuerza narrativa empleada que,
al espectador, le acaban importando un pimiento los avatares de dos personajes
desconocidos que, en sus respectivos sueños repetitivos, ven siempre a la misma
mujer morir de idéntica manera. Por cierto, qué pena da ver lo que se ha llegado a envejecer Franka Potente.
La mañana siguió de forma aún mucho más pesarosa con la
proyección del film británico The Book of Birdie, una paja mental, cargada de
simbología religiosa, lenta y repetitiva, en la que su realizadora, Elizabeth
E. Schuch, a través de una joven adolescente huérfana cuya abuela la interna en
un convento, intenta orquestar una intelectualoide crítica sobre la religión y
la fe difícil de digerir. Su cargante puesta en escena (en la que incluso, sin
venir a cuento, inserta escenas de animación), su somnoliento ritmo narrativo y
la insulsez de su protagonista, Ilirida Memedovski, hacen de éste un producto
tedioso y totalmente olvidable. La primera menstruación, los escarceos sexuales
de la novicia con la hija del jardinero del lugar y las conversaciones de la
joven con el cadáver de una monja suicida, son algunos de los ingredientes del
patético y pretencioso cóctel en donde el toque onírico, al igual que en el
título de Balagueró, tampoco podía faltar.
Con The Bad Batch la cosa no es que mejorara mucho.
La cinta, dirigida por Ana Lily Amirpour (la misma que presentara en Sitges
hace unos años Una Chica Vuelve a Casa Sola de Noche), nos presenta una historia
distópica ambientada en una apocalíptica sociedad futura muy al estilo de Mad Max en la que, en pleno desierto de Texas, conviven caníbales, drogadictos e
inmigrantes sin papeles. No se puede negar que la cinta empieza de forma prometedora con el
secuestro de una joven a la que un grupo de caníbales le amputan una pierna y
un brazo, aunque todo comienza a desinflarse tras lograr escapar de ellos para
llegar a una nueva comuna dominada por un ser mesiánico (un engordado Keanu
Reeves) que obliga a comulgar con tripis a sus súbditos. La lógica de su
primera parte desaparece por completo, convirtiéndose en una locura sin sentido
y sin lograr hacer creíbles los actos y las decisiones de su protagonista
femenina, una espléndida Suki Waterhouse, lo mejor del producto, sin lugar a dudas,
junto con la extraña colaboración de un desconocidísimo Jim Carrey dando vida a
un solitario y sucio vagabundo mudo. Por cierto, si alguien me explica el
significado de la escena final, me hará un favor inmenso.
Por suerte, con la proyección de la excelente Wind River se logró encauzar de alguna manera la patética jornada. Dirigida por Taylor
Sheridan (guionista de Sicario y Comanchería), este es un magnético thriller
que transcurre en los alrededores de una reserva india y en la que un cazador
de animales depredadores descubre el cadáver de una joven asesinada medio
enterrada en la nieve. La cinta se centra en la investigación que éste y una
novata agente del FBI inician para dar con el asesino. Sobria, perfectamente
narrada, con un modélico dibujo de sus principales personajes y con un spring
final digno de tener en cuenta: más no se puede pedir. Jeremy Renner, Elizabeth
Olsen y Graham Greene se llevan el gato al agua con su solvencia en un producto
en donde el misterio, el racismo y los malos rollos de un pasado muy cercano se
mezclan con perfecta fluidez. De lo mejor del Festival hasta el momento.
Ya, en sesión golfa, se volvió de nuevo al
sinsentido total y absoluto con Tonight She Comes, un delirante producto imposible de definir y en la que un grupo de jóvenes
(dos chicas y dos chicos) se verán envueltos en una enloquecida y absurda
patraña, sin pies ni cabeza, en donde rituales satánicos, muertos vivientes,
sangre a borbotones y fenómenos inexplicables que ni siquiera su propio
director y guionista entiende, un tal Matt Stuertz que, en sus delirios
visuales y narrativos, demuestra ser un completo inútil: de hecho, a él sólo le
interesaba verter gore al precio que fuera (tampones ensangrentados incluidos),
cuatro desnudos femeninos y unas gotitas de humor de lo más burdo para amenizar
la función. El guión es lo de menos, la cuestión es hacer ruido, mucho ruido,
cuanto más mejor y, a ser posible, apoyándose en una música machacona y
repetitiva. Lo más preocupante del asunto es saber el porqué, con una calidad
tan ínfima, esta cinta ha sido seleccionada para ser proyectada en este
Festival.
To be continued…