Paul Thomas Anderson se lo tiene creído. El tipo empezó
bien y nos regaló dos joyas del nivel de Boogie Nights y Magnolia para, a ritmo
acrecentado, pasar a empacharnos con pedanterías subidas de tono, como esa
insoportable y minimalista Pozos de Ambición o la más reciente The Master, otro peñazo de
mucho cuidado que hizo las delicias de los gafapastas del lugar. Ahora,
habiendo sido nominado (de forma inexplicable) a mejor guión, vuelve a la
palestra con Puro Vicio (traducción inapropiada de Inherent Vice, o sea, Vicio Propio),
un ejercicio de petulancia supina basado en la novela de Thomas Pynchon.
Puro Vicio se ambienta en Los Ángeles de finales
de los años 60, época en la que la psicodelia campaba a sus anchas y que se
convierte en la excusa ideal para que el realizador californiano desbarre a
tutiplén durante sus interminables dos horas y media de metraje. En ellas, un
detective porrero y catador de todo tipo de alucinógenos, aceptará el encargo
de una antigua novia para localizar el paradero de un promotor inmobiliario
multimillonario que ha desaparecido del mapa. En su lisérgica investigación se
irá cruzando con individuos de todo tipo y condición.
No negaré que sus primeros 45 minutos tienen su
gancho. La cosa resulta graciosa y, aparte de los claros paralelismos con El Gran Lebowsky
de los Coen que surgen de su colgado personaje principal, se respira una
atmósfera que, a pesar de transcurrir en una década distinta, logra transportar
al espectador a esas calles de Los Ángeles de los años 30 que pisaba Jack Nicholson en la
inmensa Chinatawn de Roman Polanski. Cine negro y un toque de humor absurdo.
El invento, en un principio, parece prometer, pero
pronto da un vuelco y la historia propuesta se convierte en un desbarajuste
inexplicable, lleno de incongruencias narrativas y espesas lagunas difíciles de
superar en las que se amontonan un sinfín de personajes a cual más alucinado y en
nada perfilado. Una vez despertada la arrogancia autoral de Thomas Anderson, la
cosa empieza a caer en picado y, de ser una obra satírica en clave de cine
negro, pasa a convertirse en un calco desmadrado de las aventuras alucinógenas
vividas por el Dr. Gonzo y Raoul Duke (alter ego de Hunter S. Thompson) en ese despropósito gigantesco de Terry
Gilliam que atendía por Miedo y Asco en Las Vegas.
De nada le sirve a Puro Vicio contar con un casting
ciertamente tentador: Josh Brolin, Owen Wilson, Reese Whiterspoon, Benicio Del Toro o Eric
Roberts, entre otros muchos, ejercen de puras marionetas, sin apenas
consistencia, para dar soporte a su protagonista principal, un desmadrado y cargante Joaquin
Phoenix que sigue fiel en su empeño de dar rienda suelta a su histrionismo nato
y en su perseverancia en convertirse en el rebelde del Hollywood actual. Y es
que, últimamente, al amigo Phoenix no le soporto ni en pintura.
Paul Thomas Anderson, ese tipo que se cree un “autor”
consagrado porque muchos (demasiados) le adulan sus películas, se podría ir a
tomar el pelo a otra parte.
Más que Puro Vicio es pura caca. Caca de la vaca.
Hombre, se deja usted Punch, Drunk Love, que estaba simpática. Ya luego el Anderson se puso plasta y dejó que Daniel Day Lewis se pusiera a poner caras raras y a andar chungamente sin abrir la boca. Y más tarde ya no sé qué hizó porque no me interesaba, que ya me sé dormir yo solito en casa, en mi camita, que sale más barato que el cine.
ResponderEliminary el coleguita Phoenix parece empeñado en llevarse el título a "el último tío raro que hace películas". Mu pesao también... qué hubiese sido de este tío de no morirse su hermano?
Es verdad, la del Punch Drunk Love tenía su coña marinera.
ResponderEliminarHace tiempo que no pasaba por aquí, me alegra ver que esto sigue en marcha.
ResponderEliminarAunque no podría estar más en desacuerdo con la crítica, Puro vicio no solo me parece muy buena y una adaptación muy difícil hecha realidad (¿alguien ha leído a Pynchon?), también me parece muy divertida, y no hay un solo minuto de aburrimiento. Anderson conoce su potencial, y sí, no le da vergüenza explorarlo, otros quizá deberían aprender. Es cierto que Pozos de ambición y The Master son muy asépticas, pero también muy interesantes, y la segunda vez que uno las ve saben a gloria. Como dice Pynchon: ¿Por qué las cosas deberían ser fáciles de entender? ¿Puro vicio? Puro vicio es una de las mejores películas del año, pero el tiempo ya la pondrá en su lugar.
"y el coleguita Phoenix parece empeñado en llevarse el título a "el último tío raro que hace películas". Mu pesao también... qué hubiese sido de este tío de no morirse su hermano?"
ResponderEliminarPor cierto, eso me parece tan fuera de lugar (por no decir algo mucho más fuerte)... Lo que sabe hacer Phoenix lo hacen muy poquitos.