El Amanecer del Planeta de los Simios arranca diez
años después del final de su brillante predecesora, El Origen del Planeta de los Simios,
justo cuando la Humanidad ha sido destruida a causa de un virus y el mundo entero ha
caído en manos de los simios. Ambientada, al igual que la anterior, en la
ciudad de San Francisco y sus aledaños, en esta entrega se nos muestra el
enfrentamiento de un grupo de humanos supervivientes con los simios que han
montado su propia comunidad en los bosques cercanos a la derruida ciudad. Los primeros
intentan llegar a una presa situada en territorio simiesco, mientras que los
segundos, liderados por el chimpancé César, debatirán si han de combatir con los
hombres o pactar con éstos.
Esta es la premisa inicial de una secuela que, en
esta ocasión, ha caído en manos de Matt Reeves, el mismo de Monstruoso y el
dignísimo remake norteamericano de la sueca Déjame Entrar. Técnicamente
impecable y otorgándole más protagonismo a los simios que a los humanos, la
cinta peca, sin embargo, de no poseer la originalidad y frescura que esgrimía
su primera entrega, así como de alargar en extremo (hasta sobrepasar de largo
las dos horas de metraje) una trama que, por repetitiva, resulta de lo más
cansino.
Algún apunte interesante (al estilo de “el mono es
un lobo para el mono”) a la hora de retratar la formación de la comunidad
simiesca o en la descripción de los avances intelectuales de estos, se van
desdibujando por culpa de la más que previsible (y azucarada) relación que se
establece entre César y Malcolm, el humano de turno que, en esta ocasión (e
interpretado por un desaborido Jason Clarke), viene a sustituir la desaparición
de Will (el personaje al que diera vida James Franco en el título anterior) y,
ante todo, en el desmelenado tono con el que un (casi siempre) pasado de rosca
Gary Oldman se mete en la piel de uno de los líderes supervivientes de la
hecatombe.
Espectacular pero, por ser un film de aventuras, aburrido
y lleno de altibajos narrativos que se ven compensado por algún que otro pasaje
ciertamente logrado (como el primer encuentro entre simios y humanos o el agorilado intento de “golpe de estado”). Sin lugar a dudas, lo mejor del
producto estriba en la presencia de Andy Serkis, ese actor todoterreno y de
rostro desdibujado que, con su cuerpo, ha dado movimiento a todo tipo de
criaturas, desde el César de este título, pasando por Gollum, King Kong o el
mismísimo Capitán Haddock.
Con el final de El Amanecer del Planeta de los
Simios todo queda abierto a una nueva entrega. La franquicia sigue totalmente
en marcha. Y aún pueden caer un montón de títulos más antes de llegar al (esperado)
fundido con el emblemático y magistral El Planeta de los Simios dirigido en
1968 por Richard J. Schaffner. Que el Dios de los monos nos pille confesados.
No descarte usted más monadas, teniendo en cuenta lo mal que están de ideas en Jólibud, maese Spaulding.
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