Los dinosaurios de Steven Spielberg están agotados.
La franquicia iniciada por Spielberg en la brillante Jurassic Park ya no da más
de sí. Está consumida. Tras un episodio inicial de lo más potente, una segunda
entrega (El Mundo Perdido) más o menos conseguida y un irregular tercer
capítulo en forma de serie B (Jurassic Park III), 14 años después de este último, el Rey Midas del
Hollywood actual vuelve a asumir las funciones de productor para endilgarnos un
nuevo título de esta saga: Jurassic World, una secuela que demuestra que ya
todo está inventado en el universo de los dinos.
Para tejer esta cuarta parte, se ha colocado tras la
cámara a Colin Trevorrow, todo un hombre de paja cuyo único aval anterior es una
banalidad llamada Seguridad No Garantizada; un realizador dispuesto a seguir
las indicaciones del amo para montar una especie de fotocopia del primer
Jurassic Park, pero sin la fuerza ni la originalidad de éste. Las únicas
diferencias estriban en que el parque temático ya está en pleno funcionamiento
y que, entre las diversas especies animales prehistóricos, figura un nuevo
monstruo, el Indominus Rex, una mezcla genética e inmensa de varios tipos de
dinosaurios.
Y, a partir de aquí, más de lo de siempre. Dos niños
(hermanos, como en la primera) en peligro constante, fallos en los sistemas de
seguridad del parque, muchas carreras huyendo de los bichejos liberados y, ante
todo, un sinfín de efectos informáticos para dar vida a todo tipo de animalejos sedientos de carne humana. Y, ¡cómo no!, no podían faltar un considerable número
de guiños a las anteriores entregas, a cual más forzado e innecesario.
No se puede negar que, a pesar de sus defectos, que
son muchos (demasiados), la cinta funciona como un entretenimiento espléndido
para los palomiteros del lugar. Trivial, pero entretenimiento al fin y al cabo.
No aburre, pero no ofrece nada nuevo, al tiempo que aturde al espectador con
una troupe de personajes de lo más simplones y en nada desarrollados, empezando
por los dos hermanitos de marras (el pequeño resulta de lo más repelente), su
tía (una especie de Barbie reciclada en alto cargo del parque temático) y un émulo intrépido de Indiana Jones (el Chris Pratt de la estimulante Guardianes de la Galaxia) reconvertido en educador de los inefables y emblemáticos T-Rex.
Y ya, para acabar de desmontar el invento del todo,
déjenme que me cebe en su ridículo y absurdo clímax final y, ante todo (para
los que ya lo han sufrido), en el momento crucial en que nuestra estimada
Barbie (una desaborida Bryce Dallas Howard), calzada con unos taconazos de aúpa,
se monta una carrera descomunal portando una antorcha en una de sus manos. No
les digo más. Los guionistas ya no se saben qué coño hacer para llamar la
atención.
Por desgracia, me temo que este no es el final de la
saga. Seguro que caen unas cuentas entregas más. Les dejo. Me voy a tomar la medicación y a dar de
comer a mi pterodactylus.
La falta de ideas de Jólibud hace tiempo que es preocupante. Se repescan franquicias de los ochenta y series de los noventa, pero lo de esta película no tiene nombre. Más y peor, cuando veinte años después los bichos hechos por ordenador son el pan nuestro de cada día. Ayer echaron una peli horrorosa en Antena 3 TV, de unos templarios que debían luchar contra un dragón (o algo así). Carne de SyFy, pero con un dragón bastante potable (ah, aquellos tiempos en los que Dennis Quaid hacía amistad con un dragón doblado por Sean Connery / Paco Rabal). Qué verano más aburrido, cinematográficamente hablando.
ResponderEliminarPor cierto, maese Spaulding, que le recomiendo "Electric Boogaloo", si no lo ha visto aún: la descacharrante historia de la Cannon.
P. D. Don Caligae, saque la pala, que se nos ha muerto Lina Morgan.
Don Leches, a mí personalmente Lina Morgan ni fu ni fa, no me gustaba en absoluto, no le veía la gracia a la señora en cuestión. Aunque tampoco me molestaba, eso también es verdad. Eso sí, hay que reconocerle que cuando era crío, allá por la primera mitad de los ochenta y un poco más, sobre todo en Navidad, echaban sus obras de teatro por la TV y todo el mundo las veía y se reían mucho (no sé de qué, pero se reían), aunque quizá fuera porque sólo había dos canales de TV. Supongo que habrá que reconocerle que marcó una época, y que la mujer tampoco molestaba.
ResponderEliminarEra un tipo de humor revistero que ha envejecido un poco mal, pero era una genial payasa.
ResponderEliminarLa primera me gusta mucho. La segunda me gusta poco. Soy de los que defiende la tercera, que me parece bastante entretenida. Ahora bien, la cuarta me ha perecido infumable.
ResponderEliminarNo pienso que Bryce Dallas Howard esté desaborida, es que probablemente tiene uno de los papeles más absurdos de los últimos tiempos.