Robin Williams, uno de los actores más populares de
Hollywood, nos ha dejado esta madrugada a los 63 años de edad para pasar a
formar parte del Club de los Poetas Muertos. Para evitar su marcha, de poco
sirvió la amistad que mantenía con personajes de la talla de Popeye, Hamlet, El Capitán Garfio o el Barón Munchausen.
La memoria de los muertos nos indica que ahora descansa más allá de los sueños. Ya nunca más sufrirá de insomnio y sus despertares
serán mucho más tranquilos que los del indomable Will Hunting.
Atrás quedan los tiempos en que, ejerciendo de
agente secreto, adoptó la personalidad de un rey pescador para, durante nueve meses, tontear con la mismísima Sra. Doubtfire mientras iba desmontando a Harry, en el fondo las ilusiones de un mentiroso que hicieron de los locos de Hollywood una
verdadera jaula de grillos que se alimentó de los retratos de una obsesión.
Tras pasar una noche en el museo, hoy asistirán a la
despedida del mejor padre del mundo el payaso Patch Adams, el muñecote Smoochy, El Hombre Bicentenario y Flubber y el Profesor Chiflado.
El mundo según Garp nos pronostica que cada amanecer,
tras oír un lejano grito a la voz de “¡Jumanji!”, un elocuente locutor dará los buenos días al Vietnam desde todas las radios del mundo: ¡¡¡Good morning, Vietnam!!!
Descanse en paz.
Que digo yo que de haber tanto hijo de puta en el mundo, solo leo malas noticias
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