Me temía lo peor. Es por eso que iba dándole largas a mi cita con el Interstellar de Christopher Nolan, un director con unos inicios interesantísimos que, con el paso de los años, se ha ido labrando el título de director mainstream con ínfulas de autor de altos vuelos, tal y como demostró en la rocambolesca Origen, toda una pesadilla de película para quien esto escribe.
Ahora, con Interstellar, se nos quiere mostrar como
el nuevo Kubrick, el hombre que es capaz de volver a narrar una nueva odisea
espacial de metraje inacabable (casi tres horas de aburridísima y mantecosa
proyección), llena de agujeros negros (como los que los protagonistas pretenden
traspasar) y de una sensiblería ciertamente ruborizante.
La historia se inicia mostrando a la Tierra a punto
de irse al carajo. La hambruna, junto con unos terribles tormentas de polvo, pueden llevarse a todos sus habitantes por
delante. Es por eso que la mayoría de terrícolas han dejado su trabajo habitual
para ejercer de granjeros, ya que el cultivo de la tierra es, en un
principio, el único modo de evitar el caos total. Uno de esos agricultores es
Cooper, un tipo que pasó de pilotar naves aéreas a transformarse en propietario
de su granja, en compañía de su suegro y sus dos hijos y que, por arte del
manipulador guión de Christopher Nolan y de su hermano Jonathan, será el hombre
llamado a convertirse en el salvador del planeta cuando unos fenómenos
paranormales sucedidos en la habitación de su pequeña Murph, hagan que se
dirija con ésta hacia unas instalaciones secretas que la NASA posee en pleno
desierto. Y dicho y hecho: allí, convencido por un sosias del profesor
Bacterio (un Michael Caine ejerciendo, como en otras ocasiones, de actor
fetiche del realizador), cambiará el uniforme de labrador por el de astronauta
y se embarcará en una misión espacial en busca de un nuevo planeta capaz de
asumir la vida humana.
A partir de este punto, Nolan se dispone a marear la
perdiz a base de cuestiones metafísicas, en donde mezcla todo tipo de conceptos
y entra a saco, de forma petulante, en la relatividad del tiempo, los efectos
gravitatorios y un sinfín de cuestiones de lo más pedantillas y capaces de
descolocar al más pintado. Por si no fuera suficiente con tal castigo, machaca al
espectador sin ningún tipo de compasión con la cargante partitura musical de un
Hans Zimmer de lo más amuermante, al tiempo que decide adornar su (en teoría)
apabullante producción con la aparición de un sinfín de estrellas (de las
cinematográficas, claro está) de esas que aseguran el taquillaje y que amparen
el protagonismo del todoterreno de Matthew McConaughey: desde Anne Hathaway a
Ellen Burstyn, pasando por Matt Damon, Jessica Chastain o Casey Affleck, entre
otros.
El viaje espacial de Cooper no se queda corto. Agobia hasta a las musarañas y, por mucho artificio técnico y digital que invierta en
el mismo, termina desembocando en uno de los finales más ridículos y
blandengues que me he tirado en cara en mucho tiempo: truculento, lacrimógeno y
ciertamente grotesco. Nolan, a mi gusto, se ha convertido en uno de los mayores
farsantes del cine actual. Y lo peor de todo es que muchos (demasiados) aún le ríen
sus gracias.
De haberla visto en su fecha de estreno, les aseguro
que ahora constaría en la primera posición de mi particular lista de Lo Más Peor del 2014.
Origen fue una mierda, mal resuelta y pagada, entre otras por Hyundai, donde presentaba a su anterior y magnífico haiga Genesis.
ResponderEliminarPero ésta no me pareció ningún tostón y más si tenemos que sus diálogos sí son metafísicos científicos, racionales; no de la metafísica típica cargada de rollos religioso. O lo que es lo mismo metafísica supersticiosa.
[En esa habitación biblioteca suceden, más que fenómenos de ese tipo que llegan a confundir, paradojas de lo que da a entender. El futuro está en nuestras manos y el tiempo sucedido no existe aunque tengamos su recuerdo presenta. Es la clave del tema]
Resolver una película de este tipo sin entrar en supersticiones nada inocuas, complejas ya por los milenios de tanto machacón con mitra y casulla, no es fácil. Pero este tipo lo resuelve yendo y viniendo y entrando en paradojas que nos recuerdan un bucle donde el futuro es quien construye el presente o, incluso, el pasado sujeto a ese futuro creativo y no tan incierto; pues incierto sólo es el pasado aunque todos tengamos presente el nuestro propio. El de los otros es el que los demás nos han contado o lo que ha querido contarnos. Como la historia escrita por cualquier confesión o Iglesia.
Y he aquí que se saludan en un instante de la película cuando ella ve o siente deformada su mano que roza el futuro, no tan lejano tal vez, que aún no se ha realizado para ella pero sí está ocurriendo; ocurrido aunque ya pasado. Todo parece pasar en ese horizonte de sucesos, incluso eso a pesar de que en el tema del tiempo el pasado sea inexpugnable e irreversible. ¿Tanto se retuerce el arco temporal que lo sucedido, lo por suceder y lo sucedáneo se den la mano?
Lo mejor es la que resuelve la dimensión más externa y que roza la real sumiendo así a los fantasmas posibles en sólo una explicación posible y mucho más real que cualquier venida del más allá después de muertos; parece que mientras se viva todo es posible. Y aquí es donde la peli acierta y deja en cursilada a la de Contac, que tan bien iba durante su transcurso cuando de pronto se somete a la superstición del más allá…y la cagó…¡Cagondiola!
Lo mejor, es que, en ésta, no hay otros sino que somos nosotros mismos los que ejercemos el futuro, por tanto la interacción se produce de forma deductiva. Sólo que no queda en un concepto solo y teórico, luego se materializa en la realidad con el regreso.
Otra cosa altamente probable es que cada vez más el protagonismo se viene repartiendo a medias entre ellos y ellas, siendo ellas las transmisoras de un conocimiento, inteligencia y otras cosas enormes; ellos también aunque más en lo hábil. Dirías que en el arte de pilotar, arte y ejemplo de habilidad. Palabra que por otro lado hubiere sido la correcta para definir a la que tienen los toreros…El arte para quien conduce, pinta esculpe o escribe. Matador.
ResponderEliminarEsa parte me dejó un gran sabor de boca que ese onvre no prescindía de los sonidos terrestres. Luego, ya se sabe, los recuerdos o guiños a películas ya conocidas, o no, se dejan ver y oír. El Espacio y su silencio. El Espacio y los choques entre galaxias de sonidos inaudibles, como los cantos de algunas ballenas; ese sonido imperceptible para nosotros…toda una sinfonía. Y ese robot que tiene forma monolítica que está cargado de conocimiento, sensaciones incluidas.
Durante tres horas disfruté -no contemos los anuncios- como tantas otras veces con otras tantas…Al margen de posibles realidades e imposibles sueños. Dejando de lado lo que la ciencia determina.
Para una tarde de cine en pantalla grande, por supuesto; o en la de 60 pulgadas de casa, con chivas, sonido envolvente y oscuridad completa…a sólo tres metros de la pantalla, escuchando su magistral órgano de sonidos…
Hasta ahora estaba el universo manipulado en manos religiosas, quienes apoderados de la cultura tenían y tienen por concepto un sólo universo monoteísta. En realidad hay otros (no aceptan el politeísmo que corrompe su evolución dentro de las civilizaciones ya urbanas) muchos inmersos dentro unos de otros, engendros que se suceden en el tiempo. Son lo que a nosotros nos resultan inobservables debido a que no está el espacio hecho a escala humana. Sometida la ciencia y sus interpretaciones a la libertad y amparo de los estados, ahora se pueden rebatir todos esos conceptos donde lo que verdaderamente inexistente es aquel al que muchos adoran. Eso jode.
Puede ser que por primera vez un realizador de cine no emplee expresiones religiosas ni referencias, esto es algo muy bueno. Por fin.
Me da la impresión que a usted no le gusta mucho, o nada, la ciencia ficción.
Peores son aquellas en plan bíblico, no sólo tergiversan la historia, además comen el coco y repiten una y otra vez lo mismo para seguir confundiendo a legos e interesados.
Deicaludos :)´
Ay, te olvidas de John Lithgow, el actor que mejor ha interpretado papeles de lunáticos. Si hubieran puesto a Lithgow en el papel principal y poniendo la cara que puso en Pesadilla a 2ooo pies (episodio de En los límites de la realidad)la película tendría algún sentido, es decir, la pájara mental del astronauta Lithgow.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con este artículo.
Saludos
Sr. Anónimo (eso de ser "anónimo" es muy triste, ¿no?), me alegro de que la paja mental del amigo Nolan le haya hecho elucubrar tanto y tan largamente.
ResponderEliminarY, por cierto, le recuerdo que el 2001 de Kubrik tampoco tenía por allí enmedio el tema de la religión. Que Nolan no ha descubierto la sopa de ajo.
Y, don Francisco, si llega a meter de astronauta protagonista a un Lightwood pirado, la cosa esta se podría haber convertido en un "Alucina Cómo Puedas".
Sí los tenía, diálogos incluidos o al menos expresiones. Ése es el fallo.
ResponderEliminarDe todas ellas está mejor Moon, habla de una realidad social y palpable.
Saludos entonces.
Menos mal. Ya no no estoy tan solo. Me ha parecido una castaña pretenciosa con más agujeros que un queso suizo. Para eso que me pongan, no sé, ángeles salvadores o algo similar. Ya puestos ¿para qué pararse en barras? En "Lucy" tuvieron los santos cataplines de lanzarse a una explicación de la evolución humana sin tantos aspavientos.
ResponderEliminarIncluso con la locura que significa "Lucy", le da mil vueltas a esta pedantería inaguantable que tanto le gusta a nuestro amigo "anónimo" y que casi, casi, la valora mucho más alto que el 2001.
ResponderEliminarComo decía Woody Allen: "el universo se exànde".
Y Brooklyn permanece.
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