A punto de acabar el 2014, hoy toca cebarse con lo
peor de la cosecha cinematográfica de este año. Voy directo al grano. Y, como
siempre, de lo peor a lo más peor: del 10 al 1.
10.- Cuento de Invierno. Nada que ver con el cuentista de Rohmer. Éste, dirigido por el debutante Akiva Goldsman, va por otros
derroteros y en él, partiendo de una historia de amor imposible entre un
ladronzuelo y una enferma de tuberculosis a principios del siglo XX, se atreve
a mezclar, sin orden ni concierto (ni vergüenza alguna) todo tipo de temas:
milagros, viajes en el tiempo, caballos voladores, mafias peligrosas y, de
propina, un mucho de melaza capaz de indigestar al más pintado. Un casting
excepcional, entre los que se encuentran nombres (a cual más desaprovechado) como
los de Colin Farrell, Russell Crowe, William Hurt, Will Smith, Jennifer
Connelly y hasta Eve Marie Saint, al servicio de una paparruchada
sentimentaloide, cursi y patéticamente desmesurada.
9.- El Desconocido del Lago. Los
bosques que rodean un lago francés, son el enclave ideal para que varios
homosexuales acudan al lugar a practicar nudismo y cruising en medio del
follaje. Este es el único escenario geográfico que enmarca la historia
planteada por el director y guionista Alain Guiraudie. Un film de temática gay totalmente
explícito en sus numerosas escenas de sexo. Planteada, en sus primeros
minutos, como un melodrama indie, la cinta da un giro hacia el thriller
cuando uno de los jóvenes y asiduos visitantes del lago se convierte en testigo
de excepción de un asesinato para, posteriormente, sentirse atraído por el
criminal, un tipo que, físicamente y a grandes rasgos, es una especie de mezcla
entre Freddie Mercury y Tom Selleck. Hasta aquí, más o menos el
invento funciona, pero su posterior desarrollo opta por derroteros ridículos y
nada factibles, empezando por la grotesca figura de un inspector de policía y
continuando con una resolución final que no es más que una especie de tomadura
de pelo filmada desde la más absoluta oscuridad. Eso sí, para darle algo de falso
empaque cultureta a la cosa, se monta una facilona metáfora entre la imagen de
los invasores siluros del lago y el asesino de marras. Un trabajo aburridísimo,
narrado sin ningún tipo de nervio que, por su afán provocador, termina
convirtiéndose en una especie de porno con coartada gafapastosa en donde penes
erectos y grandes corridas se convierten en dueños y señores de la pantalla.
8.- Cuando Todo Está Perdido. O la nada más absoluta
para narrar la historia de supervivencia de un hombre solitario en
su intento por salir indemne de un naufragio en pleno Océano Índico tras haber
chocado su velero contra un contenedor abandonado en alta mar. Un único
protagonista: Robert Redford. Y no busquen más que eso. No hay nada más. Redford
por un tubo, dos líneas de diálogo en favor de la voz en off del actor y un
sinfín de cromas acuáticas a cual peor parida. Mientras, para darle un poco de
vidilla al invento, el muchachote de 77 tacos, demuestra su buena forma física
yendo de una punta a otra del velero, subiéndose a la vela, achicando agua por
todas partes y remojándose a base de bien. Y vuelta a empezar, una y otra vez
los mismos movimientos repetidos hasta la saciedad. Después, para cambiar un
poco de escenario, reemplaza el velero de marras por un bote salvavidas y,
¡cómo no!, para no perder la costumbre, de nuevo vuelve a achicar el agua y a
darse unos cuantos chapuzones accidentales en el mar. Un Redford pasado
por agua que se debió quedar con un palmo de narices cuando descubrió que los
de la Academia se habían pasado su soñada nominación al Oscar por el mismísimo
culo. Minimalismo empapado y poco más.
7.- Sólo los Amantes Sobreviven. Jim Jarmusch se
apunta al fantástico y nos castiga con una historia de amor entre dos vampiros
ancestrales que sufrirán de lo lindo cuando el suministro de sangre en
óptimas condiciones empiece a escasear. Para ello, el director sigue
su patrón habitual: varios personajes a cual más colgado, una historia plomiza
y un sinfín de citas culturales de las que emocionan (por cojones) a los
gafapastas de turno. Aburrida y lenta, la cinta está impregnada de ese estilo
pedantillo y desastrado habitual en su cine. La cosa no avanza hacia ningún
lado y cuando parece que el cotarro pueda animarse un poco (como sucede con la
entrada en escena del cargante personaje interpretado por Mia Wasikowska)
vuelve a encallarse de nuevo. Un festival de diálogos, a cual más irritante,
entre un desaborido Tom Hiddleston y una insufrible Tilda Swinton,
conforman la mayor parte de un film incapaz de despertar en mí el más mínimo
interés, a pesar de los perseverantes intentos de realizador por resultar
(falsamente) transgresor. Y es que a este hombre no lo aguanto.
6.- Dos Madres Perfectas. Un festival de tópicos
rosados y eróticos planificados, con bastante mala fortuna y poquísima
inspiración, por la realizadora luxemburguesa Anne Fontaine para narrar el fin de la amistad entre dos
mujeres maduras, Roz y Lil, cuando la primera se enamora del hijo de Lil y ésta
del hijo de Roz. Enclaves
paradisíacos, playas vírgenes, féminas no tan vírgenes y adolescentes en plena
efervescencia sexual. Más trivial, imposible. Un folletín que acumula temas
gastados hasta la saciedad y que, en realidad, no es más que un descarado
vehículo para el lucimiento de sus dos protagonistas femeninas: Robin Wright
y Naomi Watts. En cuanto a ellas no hay nada que objetar, pues tanto
la una como la otra están perfectas en los oxidados roles que les han caído en
desgracia. El problema estriba en lo manido de la historia planteada y en lo
ridículos (e incluso cursis) que resultan la mayoría de sus pasajes. Un
despropósito descomunal construido a golpe de postalitas turísticas, escenas de
sexo light y efebos guapos y enamoradizos. Caca de la vaca.
5.- La Hermandad. Si Paul Naschy levantara la cabeza
y viera esta película, descubriría que su cine, por muy casposo y basurero que
fuera, le daba mil vueltas a la propuesta de Julio Martí Zahonero; una
propuesta desfasada, fuera de tiempo y que no ofrece absolutamente nada nuevo
al cine de terror. Una historia típica, tópica y risible (¡qué majas quedan
tantas telarañas para dar empaque al producto!) en donde una escritora de
novelas terroríficas, tras un accidente automovilístico bajo la lluvia (sobre
todo que no falten los truenos y relámpagos en este género), despierta en un
solitario y alejado monasterio de monjes benedictinos, sin teléfonos de ningún
tipo e incomunicados totalmente de la sociedad. Más de lo de siempre, sin gancho alguno y con un casting imposible que logra que una recuperada
(aunque envejecida) Lydia Bosch destaque muy por encima de la troupe de monjes
estrafalarios que la rodean. Un sinfín de incongruencias históricas, niños
fantasmas, miradas recelosas y sonidos nocturnos aterradores, al servicio de un
misterio ancestral de lo más ridículo. Una animalada sin pies ni cabeza.
4.- Upstream Color. Estrenada con un retraso
considerable (más le hubiera valido quedarse escondidita), nos llegó la nueva empanada
mental de Shane Carruth, el mismo que hace una década realizara la
insufrible Primer. En esta ocasión, de forma pretenciosa y a través de un
montaje desordenado, nos tortura con la relación que se establece entre un
hombre y una mujer que, tras haber sido secuestrados por la misma persona, han
sido sometidos a una extraña experiencia en la que se mezclan la ingestión de
gusanos y cierta concomitancia con cerdos y un tipo de flores muy concretas. Una
colgada sin sentido alguno, que abusa de una molesta narrativa asincopada y
de esas ansías estúpidas por asemejarse al Terrence Malik de la
aborrecible El Árbol de la Vida.
Ideal para gafapastas con ganas de organizar puzzles rocambolescos que le den
sentido a un film descompaginado y pedante. Para gente que le encante aburrirse
en el cine para después decir que han visto una obra maestra sin parangón.
3.- Open Windows. Nacho Vigalondo se monta un particular
ejercicio de estilo (yo prefiero llamarlo una tomadura de pelo), defragmenta la
pantalla en varias pantallas y urde una historia de intriga con un poco de La Ventana Indiscreta y un mucho de informática, para narrar la pesadilla que
vivirá un joven que ha sido agraciado con una cena en compañía de su actriz
predilecta. La cosa, en principio, promete. Técnicamente impecable (eso no se
puede negar), aunque excesivamente abigarrada de imagen (la cámara no se mueve
del monitor del portátil del protagonista) y capaz de mantener el suspense
durante un buen rato, la trama empieza a escapársele de las manos hacia medio
metraje, cuando el hombre entra a saco en terrenos conspiranoicos y se desmadra con un sinfín de escenas incongruentes, a cual menos creíble, hasta
cubrirse de gloria con un final tan pasado de rosca (estética y argumentalmente
hablando) que demuestra claramente que al amigo Vigalondo se le ha ido la olla
obsesionándose en ser el más original y sorpresivo de todos los directores habidos y por haber. Por
cierto, ¿alguien me podría contar qué coño significa tan delirante final y de qué modo engañan al pobre Frodo con proyectos tan imposibles como éste?
2.- Orígenes. La ganadora de la última edición del
festival de Sitges no es más que un panfleto místico de altos vuelos en el que
un joven biólogo molecular, no creyente y estudioso de la evolución del ojo
humano, acabará abrazando el credo de la religión budista tras haber vivido un
trágico suceso. Mike Cahill, que ya nos castigó en su día con Otra Tierra,
vuelve a mostrar su cara más pretenciosa y falsamente espiritual con una
historia que mezcla elementos del fantástico, melodramáticos y metafísicos.
Toda una pedantería, revestida de un formalismo estético de lo más artificial
que tumba de espaldas al más pintado. Muy pulidito y pulcro todo ello, pero con
una alta dosis de religiosidad ciertamente alarmante y un toquecillo lacrimógeno
de lo más previsible. Uno de esos films que ideológicamente logran molestarme
sobremanera.
1.- Noé. Aronofsky se nos pone bíblico, pero muy a
su manera. O sea: inconexo, absurdo y yéndose por los cerros de Úbeda. Mezcla
los pasajes bíblicos sobre Noé y su Arca con la ciencia ficción y cuenta, para
ello, con la colaboración de un impostado Russell Crowe que, más que
interpretar, recita sin ningún tipo de entonación las interminables líneas de
su bipolar personaje. Adorna su cinta con unos ángeles caídos a modo y manera
de Transformes de piedra y carboncillo y le da un pequeño papel a Anthony
Hopkins para que sobreactúe a su aire en la piel de viejo Matusalén. Y cómo no
sabe muy bien qué contar (ya que de guión hay más bien poco), carga sus
imágenes de artificiosos efectos digitales que no conducen a ninguna parte; al
contrario, sustentan la bobada aranofskiana y esa filosofía de baratijo sobre
el Bien y el Mal que no se cansa de verter a lo largo y ancho de su cansino metraje.
Su forzada adaptación quiere ser transgesora y provocativa, pero es tal la
simpleza que abriga que no escandaliza a nadie. Mucho presupuesto y poca chicha
al servicio de uno de los despropósitos más descomunales (o, mejor dicho,
bíblicos) de la temporada.
¡Feliz 2015!
A pesar de que no ha incluido usted Boyhood, echo de menos como en otros años la inclusión de alguna pedazo de película gafapasta de esas que no se encuentran nada más que buenas reseñas y que se han llevado las cosas de cannes y de Berlín y de Toronto y de mil festivales más, a ser posible una peli francesa o italiana o de algún director americano que hace años fue bueno.
ResponderEliminarY me sorprende otra cosa más: no ha incluido usted la de Invencible, esa de la Jolines... ¿no la ha visto? porque me da a mí, si no me equivoco después de haber leído por años sus reseñas, que es de las que le tocarían a usted las narices. A mí personalmente, ni bien ni mal.
La de la Jolie aún no la he visto, pero no tengo muchas esperanzas.
ResponderEliminarLa de los vampiros gafapastas tuvo excelentes críticas por parte de cierto sector de la crítica. A lo mejor esa le puede compensar un tanto la falta de según que títulos.
Feliz 2015, caballeros: yo sólo he visto la de Colin Farra y su caballito volador... y confieso que me entretuvo bastante. A la de la Jolines (magistral, micer Caligae) no me acercaré ni con un palo.
ResponderEliminarSacando la pala para el primero del año:
ResponderEliminarhttp://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/09/actualidad/1420791882_709605.html
El pajarraco de Rod Taylor. Y Kirk Douglas sigue impertérrito!! incluso el año pasado publicó un libro y todo.