La película se inicia con la presentación de Dwight,
su protagonista principal, un homeless desaliñado que vive desde hace 10 años
en la puta calle, duerme en un destartalado Pontiac y se asea en domicilios
particulares aprovechando la ausencia temporal de sus propietarios. Todo
cambia para él cuando la policía le comunica que Will Cleland, el hombre que
asesinó a sus padres, está a punto de salir de la cárcel. Por fín, con esa
noticia, se le presenta la ocasión de oro para cumplir su esperada venganza.
Blue Ruin es parca en palabras, sobre todo en lo que
respecta al personaje de Dwight, y apuesta por un tiempo narrativo en exceso
reposado que rompe, sólo de vez en cuando, cuando entra a saco en sus pasajes
más vitriólicos (que de haberlos, haylos) y que, en parte,
remiten a títulos ya míticos del Séptimo Arte como el Perros de Paja de Peckinpah, tal
y como sucede en la escena final o en la tensa secuencia
nocturna durante el acoso a la casa de la hermana de Dwight por parte de algunos
miembros de la familia de Cleland.
Una de las grandes pegas de la cinta de Saulnier,
aparte de la falta de ritmo a la hora de exponer su historia, reside en el empeño
de éste por forzar varios giros de guión,
a cual más ridículo y delirante que a mí, personalmente, me parecen poco
creíbles y que, por su desequilibrio, achican uno de los mejores aciertos de la
propuesta (y cuidadín que aquí viene un pequeño spoiler): los problemas de
relación entre la familia del asesino y la de las víctimas, un turbio asunto
que desarrollado con más profundidad podría haber dado mucho más de sí (fin del little spoiler).
Un thriller aburrido y demasiado alucinado que, sin
embargo, funciona a las mil maravillas en cuanto al trabajo camaleónico de su
protagonista principal, Macon Blair (vagabundo harapiento al principio y
ciudadano normal y corriente una vez cumplida su venganza) y en lo que hace
referencia a todas aquellas escenas que hacen gala de una visceralidad brutal;
escenas que, por otra parte, a veces enturbia por culpa de sus desmesuradas
ganas de resultar original y transgresor, como ocurre con la presencia del militarista
amigo de Dwight, un personaje un tanto descerebrado y dotado de una presunta
vis cómica que rompe demasiado con la aparente seriedad de su melodramático
argumento.
Un quiero y no puedo que, a buen seguro, hará las
delicias de los gafapastas del lugar.
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