15.3.09

EN RESUMIDAS CUENTAS: Cagarrutas

Un experto ladrón de guante blanco y su nuevo socio. El objetivo de ambos: un par de Huevos de Fabergé jamás expuestos al público y atesorados en un museo neoyorquino dotado de los más sofisticados sistemas de seguridad. Muy cerca de ellos, un veterano detective obsesionado desde hace años en dar caza al experimentado caco. Tras la cámara, Mimi Leder, una mujer acostumbrada (... eso dicen) al cine de acción y muy dada a la realización de teleseries. Morgan Freeman y Antonio Banderas componen el dueto de maleantes. The Code es el alucinado título que le han encasquetado para su exhibición en España. Inglés por inglés, podrían haber dejado el Thick As Thieves original.

A pesar de contar con un planteamiento a priori atractivo y deudor de las mejores cintas del género, The Code se alza como un fiasco de muchísimo cuidado. La historia, que se mueve entre la comedia y el cine de toda la vida sobre policías y ladrones, deja mucho que desear. Ni hace gracia, ni tiene tensión. Un déjà vu de lo más triste y patético que no hay por donde pillarlo. Banderas se empeña en enseñar su cara más histriónica a través de una interpretación cargada de muecas y gesticulaciones exageradas. Freeman se decanta por la ley del mínimo esfuerzo y sólo pone su careto, mientras que Mimi Leader nos confirma que lo suyo, más que la dirección, es el encaje de bolillos.

Suerte de la seriedad con la que un envejecidísimo Robert Forster lleva a cabo su papel y de la singular belleza (que no otra cosa) de Radha Mitchell.


Otro que podría ir cambiando su profesión de realizador por la de costurero es el alemán Uwe Boll, uno de los mayores farsantes del cine actual. Abocado a la adaptación a la pantalla grande de populares videojuegos (House of the Dead y Alone In The Dark son sus dos productos anteriores), arremete ahora contra Dungeon Siege mediante En El Nombre del Rey, un título zetoso y vergonzoso en donde los haya.

El muy cretino, para darle algo de empaque a su nuevo trabajo (sí es que a este engendro se le puede tildar de trabajo), ha contado, entre sus protagonistas, con nombres más o menos populares. Jason Statham (ese hombre que siempre ha querido ser Bruce Willis sin conseguirlo jamás), es El Granjero, el personaje principal de esta fábula fantástica de la que, para su construcción, se ha robado un poco de El Señor de los Anillos, otro poco de Robin Hood (vía Errol Flynn), un mucho de El Planeta de los Simios (vía Tim Burton) y un tanto de Willow, uno de los habituales chascos de Ron Howard. Magia, artes marciales (pues hasta salen ninjas) y mamporrazos; todo ello filmado con el culo.

A Statham le secundan, entre otros, un sobreactuadísimo Ray Liotta y un Burt Reynolds rescatado directamente del Museo de Cera de Madame Tussaud. Por su parte, Claire Forlani, la actriz que da vida a Solana, la esposa de El Granjero, con sus labios y mofletes retocados, demuestra a las plateas de todo el mundo que los asiliconamientos y los chutes de botox ya eran práctica común en plena Edad Media.

Lo mejor, sin lugar a dudas, es la presencia (¡sólo la presencia, ojo!) de una tal Kristanna Loken, una rubita de muy buen ver que, dando vida a una ninfa tarzanesca, se pasa medio metraje colgada de unas lianas totalmente espatarrada. Al menos, entre tanto desaguisado, alegra la vista con su tentador par de jamones.

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