16.2.09

Entre las cuerdas


David Frost y Richard Nixon. Un periodista y un ex presidente ante las cámaras. Un combate televisivo. Una entrevista histórica. La cuestión era situar a Nixon en una posición incómoda, entre las cuerdas, justo tres años de su dimisión. Frost, un popular reportero inglés, con dos programas televisivos de éxito en su país natal y en Australia, decidió arriesgar su prestigio para dedicarse, en exclusiva, a preparar lo que podría significar el cenit de su carrera. El Desafío: Frost contra Nixon analiza, con férrea meticulosidad y a un ritmo frenético, el antes y después de uno de los hitos del periodismo político del siglo XX.

Con este título, Ron Howard consigue (¡y con diferencia!) el mejor título de su carrera. Parecía una meta imposible pero, al final, el hombre ha conseguido hilvanar un film redondo en todos los aspectos. Incluso, rizando el rizo, ha ido más allá de la simple anécdota, rascando en la superficie de los hechos y sumergiéndose en los aspectos más recónditos de los dos personajes principales. Así, los miedos y las fobias, tanto de Nixon como de Frost, afloran a la superficie perfilando, con ello, un par de retratos psicológicos ciertamente atractivos e inesperados al tratarse de una cinta de Howard. Los milagros existen.

La soledad y la soledad. La soberbia y la impotencia. El orgullo y la insolencia. El éxito y el fracaso. Un toma y daca entre David y Goliat. El pequeño contra el gigante. El uno quiere dar la estocada final, mientras que el otro, esgrimiendo el resbaladizo escudo del "honor", evita con subterfugios varios el temido remate. La insolencia de un periodista que no quiere darse por vencido, ante la falsa dignidad de un político dispuesto a no reconocer la inmensa cantidad de mierda que esparció durante su mandato. Un combate a tres rounds. Tres días de grabación para una entrevista única, irrepetible y siempre en busca del golpe de gracia. El show mediático estaba a punto de nacer.

Con respecto a The Queen, Michel Sheen cambia radicalmente de frente pues, de la piel de un político comoTony Blair, salta a la de un hombre del mundo del espectáculo como David Frost, un tipo altivo, engreído y cien por cien británico. Un trabajo espléndido el del actor inglés que, sin embargo, se ve un tanto arrinconado por un inmenso Frank Langella quien, con su genial composición, le otorga una nueva dimensión al denostado Richard Nixon, demostrando al mismo tiempo que, para acercarse a un personaje histórico, es mucho mejor una buena interpretación que un sinfín de interminables horas de maquillaje. De hecho, Langella, físicamente hablando, no recuerda en nada a Nixon pero, en cambio, se acerca de manera brillante al espíritu de éste.

Y detrás de los dos hombres, a hurtadillas entre bambolinas, se sitúan los equipos de cada uno de ellos. El ex dirigente, pegado día y noche a su consejero personal: un perro buldog, fascistoide, repulsivo y con el rostro de Kevin Bacon. El entrevistador, con su productor incluido, asesorado muy de cerca por dos reporteros altamente documentados sobre la vida, milagros y fantochadas de Richard Nixon: un par de tipos en nada convencidos de las buenas intenciones de su jefe y que están representados por Oliver Platt y un genial Sam Rockwell.

Está a punto de sonar la campana. En el cuadrilátero, los dos púgiles. La lucha se resolverá en el último asalto, el tercero. Todo vale para desbancar al contrario, incluidos golpes bajos, miradas y largos silencios. Detrás, expectantes, los equipos de ambos. Ahora es cuando empiezan a caer los trastazos decisivos. Tan sólo es cuestión de recordar la locura del Vietnam y darle un nuevo repaso a Todos los Hombres del Presidente. Palabra de Spaulding: de lo mejorcito entre las cinco nominadas al Oscar de este año.

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