28.11.08

Ustedes lo han querido: EL PROTEGIDO

Después del éxito público y crítico obtenido con El Sexto Sentido (para mí, el mejor film de realizador hasta el momento), Shyamalan lo tenía bastante difícil en su siguiente propuesta para contentar por un igual a la taquilla y a los profesionales. El Protegido fue el título elegido; una cinta en la que repetía protagonismo Bruce Willis pero que, sin renunciar a otra sorpresa final (en este caso bastante previsible), se alejaba un tanto de las coordenadas de su anterior trabajo.

En la película, Shyamalan traspasa los arquetipos del mundo del cómic a la vida real a través del nacimiento de un superhéroe y el seguimiento (e instigamiento) que de éste hace un pirado por el universo de las viñetas. El primero es Bruce Willis, David Dunn en el film, el único superviviente de una catástrofe ferroviaria; el segundo es Samuel L. Jackson, aka Elijah Price, un tipo enfermizo (y quebradizo) y amante de los tebeos de superhéroes. Indudablemente, tanto Willis como Jackson, se convierten, por sus excelentes interpretaciones, en el plato fuerte de la función... a pesar de que el primero se apoya un tanto en las constantes depresivas del psiquiatra que interpretara en El Sexto Sentido (aunque sin peluquín y rapado al cero).

Dunn es un tipo tristón que se niega a creer en la posibilidad de estar dotado de poderes sobrenaturales. Su matrimonio anda sobre un hilo y cualquier piedra filosofal a la que poder agarrarse le iría como anillo al dedo. Elijah Price, al que de pequeño sus compañeros bautizaron como Señor Cristal, sufre una enfermedad genética que ha debilitado su estructura ósea. La única vía de escape psíquica a su dolor radica en el intento de localizar, dentro del mundo real, a alguien cuyas constantes vitales sean más propias de sus héroes de papel que las de aquellos que le rodean.

Shyamalan, acertadamente, se mueve entre el melodrama y el thriller, apostando incluso más por la parte directamente dramática que por la otra. Su intención primordial (y conseguida) es la de mostrar los miedos e inseguridades del personaje interpretado por Willis y las obsesiones imposibles y descabelladas de Jackson. De hecho, cuando entra en la parte teóricamente más intrigante, lo hace en forma de pequeño apunte; una mínima excusa para redondear ese golpe de efecto final que, en realidad, poco sorprenderá al espectador amante de los cómics. De hecho, desde el primer tête a tête entre David y Elijah, el realizador hindú suelta al vuelo (como quien no quiere la cosa) un par de apostillas que empiezan a definir la última pieza del puzzle.

El inquietante aspecto que le otorga a Bruce Willis con su muy particular uniforme terrenal de superhéroe (un impermeable con la capucha siempre encasquetada) y las estrafalarias y coloristas vestimentas de Samuel L. Jackson (con bastón de cristal incluido), son dos de las mejores bazas con las que juega Shyamalan para dibujar esa búsqueda desesperada (y, en el fondo, imposible) del estilo de vida imperante en los cómics que realiza Elijah Price. Y es que, entre otros apuntes (incluidos los religiosos), en El Protegido se amaga una moraleja tan simplista como la de aseverar que el mundo real, el palpable, el de cada día, nunca podrá ser igual de fantasioso que el plasmado en los tebeos, por muchos héroes y villanos que lo habiten.

Comparado con El Sexto Sentido, se trata de un trabajo irregular pero, al mismo tiempo, muy superior a sus productos posteriores. Y es que uno de los valores que posee es el de ampararse en una en una historia mínima sin irse por las ramas; siempre impregnada de una atmósfera de tensión y suspense que, por desgracia, nunca llega al éxtasis esperado. Igual que un coitus interruptus, sin llegar a profundizar jamás y con el freno puesto. Incluso, en los momentos con más nervio (como el de la puesta de largo de Willis como nuevo superhéroe), narrativamente hablando se sitúa a cierta distancia de sus protagonistas, como si lo suyo fuera despreciar a sus criaturas.

Un trabajo cargado de buenas intenciones, con un par de personajes de antología y con una habilidad especial (y ya habitual en su realizador) para colocar la cámara de forma inteligente, buscando siempre el mejor ángulo para que visualmente produzca un efecto más turbador en la platea. Lástima que su historia camine sólo a medio gas, sin pisar jamás el acelerador a fondo.

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