27.11.08

Crítico Maldito se infiltra en San Sebastián

Al igual que el año pasado, el amigo Juan Carlos Paredes (aka Crítico maldito), se dio un garbeo por San Sebastián y, en plan colaborador avezado, cuelga en Spaulding’s blog sus impresiones sobre una de las semanas más terroríficas del país. Con él les dejo.

San Sebastián 2008
XIX Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror

por Juan Carlos Paredes

Es un misterio cómo lo consigue, pero la Semana de cine Fantástico y de Terror de San Sebastián se supera continuamente. El pasado noviembre vivió de hecho una de sus mejores ediciones: filmes de calidad, cuidada selección de cortometrajes, selecto reconocimiento a Frank Henenlotter, una retrospectiva de cine animado japonés, clásicos recuperados y exhibidos con copias nuevas en 35 y un emotivo homenaje a John Phillip Law ha sido el suculento menú que se nos ha presentado y del que hemos disfrutado, cómo no, en un Teatro Principal repleto de los incondicionales freaks que cada año transforman esta vetusta sala en su venerado santuario.

Si el pasado año se abrió y cerró el festival con dos largometrajes españoles, para esta ocasión se ha preferido dejar ese honor en manos yanquis, que viste más. Para la clausura se apostó por lo seguro: Surveillance de Jennifer Lynch venía de triunfar en Sitges y no decepcionó tampoco en San Sebastián. Para la apertura, la cosa encalló al tomar otros derroteros. The Alphabet Killer de Rob Schmidt hubiera funcionado mejor proyectándola una tarde como acompañamiento a otras cintas de mayor fuste, pero arrancar todo un festival le vino demasiado grande. Cuando se estrene, si se estrena, esta consabida historieta de un serial killer y una policía esquizofrénica pasará desapercibida, ya lo verán. Exactamente igual que Midnight Movie de Jack Messitt, cuya premisa es un tanto original (los espectadores de una cinta de terror en blanco y negro son asesinados dentro de la propia película), pero luego se convierte en una slasher más, de esas que a los diez minutos los “actores” ya están tardando en ser destripados. Tampoco llegará a nuestras pantallas, aunque por diferentes razones, Idiots and Angels, el último largo de Bill Plympton, del que cada vez echo más de menos sus cortos. Si llegarán, sin embargo, los otros dos títulos norteamericanos presentados en el certamen: City of Ember. En busca de la Luz de Gil Kenan y Repo! The Genetic Opera de Darren Lynn Bousman. La primera, basada en una novela juvenil de Jeanne Duprau, titulada en España La Ciudad de la Oscuridad, es una entretenida producción (más que la novela, de hecho) en la que dos adolescentes tendrán que encontrar la manera de salir de su agónica ciudad, enterrada en las profundidades de la tierra y con fecha de caducidad (200 años) muy próxima. De la segunda, lo mejor que se puede decir de ella es decir poco. Su director, el tal Bousman, se superaba continuamente en las secuelas de Saw, demostrando que era muy capaz de hacer la siguiente más aburrida que la anterior.

Aburrida del todo no, pero estereotipada, confusa, mal interpretada y peor dirigida sí que es Prime Time, de Luis Calvo, la supuesta película estrella que presentaba España en el Festival. Una especie de radical reality a lo Gran Hermano en el que unos señores y unas señoras conviven en una prisión psicodélica para disfrute de la audiencia televisiva. Contiene eso sí una excelente idea: al expulsado le pegan el tiro de gracia; a lo mejor es para que luego no vaya largando por otras cadenas de televisión. Mucho más modesta y con menos pretensiones es La Raíz del Mal de Adrián Cardona, una alegórica historia donde las raíces de los árboles representan lo más maligno de la naturaleza humana y no humana. Producida con cuatro cuartos por Javier Perea, regente de Imagen Death (la ya mítica productora y distribuidora española de cine truculento e ínfimo presupuesto), ofrece lo que promete sin engañar a nadie.

Pero el rey del bajo presupuesto no es otro que el brasileño José Mojica Marins, que ha vuelto a la palestra festivalera con su personaje de toda la vida: Ze do Caixao. Encarnaçao do Demônio es soportable, pero solo si eres un acérrimo fan de Mojica o tendente a las costumbres… góticas.

Ya que estamos con clásicos, Italia ha enviado este año a dos viejas glorias: el siempre intrascendental Pupi Avati y el siempre irregular Dario Argento. El primero vino con Il nascondiglio (El Escondite), un producto poco inspirado donde una señora con desórdenes psicológicos (que se dice ahora) descubre el secreto que encierra un caserón maldito. ¡Toma originalidad de goma! Argento por su parte se presenta prácticamente sin llamar la atención, como en él es habitual últimamente, con La Terza Madre, una especie de giallo con fantasmas y brujas que la toman con la siempre espectacular Asia Argento. Y para que todo quede en familia, su tío Claudio, hermano de Dario, produce el asunto.

Más atención atrajo la comitiva japonesa; o al menos parte de lo que envió. Sobre todo ese Tokio Gore Police de Yoshihiro Nishimura, una auténtica bestialidad cinematográfica, con sesos, tripas y criadillas de señores malos, servidos por una policía en las carnes de una bellísima Eihi Shiina. La señorita que ya nos deslumbró en Audition aparece aquí embutida en gabán, botas y minifalda de cuero, camisa blanca y corbatita de chica buena y muy aficionada a las katanas y a las sierras mecánicas. Cuidado: los que vayan a verla en sala porque salpica sangre. Tampoco se queda muy atrás Appleseed: Ex Machina de Shinji Aramaki, una animación con cyborgs (humanos con partes cibernéticas) y bioroides (clones humanos sin emociones) que ofrece ni más ni menos que acción sin respiro para todos los amantes de este tipo de películas. Reconozco que ante este particular género un servidor acaba, salvo maravillosas excepciones, aburriéndose ante tanta acción y tanto robot animado.

No ocurre lo mismo con las tres cintas con las que participó el Reino Unido, que no son como para tirar demasiados cohetes pero levantan el ánimo. La menos lograda de todas es cuanto menos curiosa: Eden Lake de James Watkins se une al filón de parejas hostigadas por muchachos malvados que tanto ha proliferado últimamente. En este caso, la parejita está de fin de semana en la orilla de un idílico lago pero acaban, como mandan los cánones, en un bosque. Y contiene mensaje social, por supuesto, pero el más tópico que podían encontrar: la culpa es del mal ejemplo que dan los padres. The Cottage de Paul Andrew Williams es divertida, sí, pero también subversiva y con mucho humor negro. Cuenta las desventuras que tres pobres diablos (entre ellos Andy “Gollum” Serkis) sufren durante su primer secuestro, que lógicamente acaba como el rosario de la aurora. Luego, llegan también a un bosque de la campiña británica y a uno de sus típicos pueblos habitado por poca gente, y muy desconfiada. Cuando la vean comprenderán por qué. Por último el Hush de Mark Tonderai no cuenta nada nuevo y los malos son un amasijo de clichés, pero su ritmo es diabólico, corto, nervioso y acaba enganchándote en sus redes. Un chaval, que viaja colocando carteles en gasolineras con su novia, con la que no para de discutir, cree ver una mujer encerrada en una jaula en la parte trasera de un camión durante una noche lluviosa. Todo ha pasado muy rápido. Poca visibilidad. Paran en una gasolinera. La chica desaparece. Ahora ya es personal… Lo dicho, nada nuevo, pero entretiene.

Tampoco cuenta nada nuevo la noruega Manhunt (o Rovdyr, en el original noruego) de Patrik Syversen. El título lo dice todo: unos cazadores prefieren pasarse de la caza mayor a la caza humana, que al parecer es más morbosa porque las piezas se resisten incompresiblemente más. Todo se desarrolla en un bosque por lo que evitaremos citar las referencias. Sin embargo, lo mejor del festival llegó de muy cerca, Suecia, que presentó Déjame Entrar (Let the Right One in) de Tomas Alfredson, una bellísima historia de amor y amistad entre una vampira y un humano, ambos de doce años (al menos es lo que ella aparenta), en un frío suburbio del Estocolmo de los años 80. Nunca antes una historia de vampiros ha tratado con tanto respeto las reglas del género para trascenderlo de manera tan espiritual y físico a partes iguales. Sencillamente sublime.

En otro apartado, y aprovechando el estreno de su última cinta, se le rindió un retrospectivo tributo a un excelente transgresor de imágenes: Frank Henenlotter. Se visionaron sus clásicos ¿Dónde te escondes, hermano?, traducción prácticamente calcada de Basket Case, y Franhenhooker, además de, por supuesto, Bad Biology, su extrovertida historia de dos seres, digamos, humanos con anomalías, digamos, sexuales que estaban destinados a entenderse, o a cualquier otra cosa.

San Sebastián se ha caracterizado siempre por su selectiva elección de los cortometrajes a concurso. Gustó I Love Sarah Jane (Australia), de Spencer Susser, por su cruda visión de cómo tratar a los zombis familiares. Fascinó el Berni’s Doll (Francia), de Yann J, por su concepción en partes del amor entre un anodino señor y una respondona muñeca gigante; y deleitó el Spider (Australia), de Nash Egerton, por su fresca fábula sobre una venganza merecida.

Por último, el festival dedicó su retrospectiva oficial de cada edición al cine animado japonés, programando Akira de Katsuhiro Otomo, el maravilloso Vampire Hunter D. de Yoshiaki Kawajiri o la imperecedera El Viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki. Y como cada año contó con su sección ‘Clásicos Recuperados’ para proyectar con copias remasterizadas joyas que algunos jamás habíamos tenido la fortuna de disfrutar en pantalla grande: The Lost Word de Harry O. Hoyt, ¡Suspense! (The Innocents) de Jack Clayton o El Viaje Fantástico de Simbad de Gordon Hessler. Con esta última se rindió también un emocionante homenaje al recientemente fallecido John Phillip Law, a quien, por cierto, le fue dedicado el certamen.

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