5.5.08

EN RESUMIDAS CUENTAS: La caligrafía de la muerte

Dos maneras distintas de acercarse a la muerte de un ser cercano y de analizar, en concreto, las reacciones emotivas de los más allegados a éste. Dos films excelentes aunque de narrativa y planificación totalmente distantes. Ambos se pueden disfrutar (o, mejor dicho, sufrir) en la cartelera española: Cosas Que Perdimos En El Fuego y Al Otro Lado.

La primera de ellas, Cosas Que Perdimos En El Fuego, es debida a Susanne Bier, la misma realizadora danesa responsable de un par de trabajos tan desgarradores como Hermanos o Después de la Boda. En esta ocasión y respaldada en la producción por la norteamericana DreamWorks y el reputado Sam Mendes, deja a un lado ese estilo a lo dogma de sus anteriores films y orquesta un brillante melodrama ambientado en el seno de una familia que acaba de perder a uno de sus miembros durante una accidental trifulca callejera.

La cinta de Bier, una vez sucedida la muerte del marido de Audrey, se centra en el examen de un par de personajes perfectamente definidos: el de la desolada esposa, la cual se ha quedado sola a cargo de sus dos pequeños, y en el de Jerry, el mejor amigo del difunto Brian; una amistad que la viuda jamás vio con buenos ojos en vida de su compañero. Dos seres enfrentados desde hace años que, a causa del suceso, darán sus primeros pasos para aproximarse. Ella, Audrey (una sobria Halle Berry), una mujer bien situada gracias a los numerosos ingresos económicos que generó su esposo, se verá incapaz de superar la falta de éste; él, el citado Jerry (un Benicio del Toro sublime y muy acorde con su estilo), es un tipo sin oficio ni beneficio, un abogado que perdió su empleo por culpa de su adicción a la heroína y que, al igual que Audrey, sentirá añoranza por el único amigo que supo comprender sus baches emocionales.

Sus primeros minutos de proyección, por su montaje conscientemente desordenado, puede recordar el estilo empleado por Alejandro González Iñárritu en 21 Gramos; pero sólo en su inicio pues, a partir de la muerte del personaje interpretado por un eficiente y episódico David Duchovny, aparca a un lado el puzzle de saltos temporales y entra de lleno en una narración lineal y de tintes claramente académicos. El excepcional toma y daca entre Halle Berry y Benicio del Toro acaba de empezar. La que nace entre ellos es una relación de amor y odio, en la cual los sentimientos de ambos brotarán en cada uno de sus encuentros; a veces, de modo sensible y dulce; otras, de manera brusca y desagradable. Dos seres tocados por el destino y debilitados por la desaparición del único nexo de unión que poseían.

La incertidumbre de no poder volver a amar jamás a otra persona se convierte, para ella, en una obsesión terrorífica, al tiempo que Jerry destila sus miedos e inseguridades mediante su enfermiza dependencia. Dos personajes desarraigados que, ante la atenta y cómplice mirada de los hijos de ella, buscan desesperadamente la fuerza de su desmoronado espíritu más allá de las cenizas que ha dejado la inesperada visita de la parca.

Un film valiente y emotivo, que no sensiblero, pues Susanne Bier ha demostrado la suficiente inteligencia como para afrontar su dramática puesta en escena sin caer en la lágrima fácil y, a pesar de su dureza expositiva, abriendo una gigantesca puerta a la esperanza.


El otro film anunciado, Al Otro Lado, se trata de una coproducción germana-turca-italiana que, dirigida por el alemán Fatih Akin y como hijo de padres turcos que es, vuelve a tocar de nuevo, al igual que en Contra La Pared, su contundente título anterior, el tema de las raíces y de la bipolaridad que implica ser turco de nacimiento y nacionalizado en Alemania. En esta ocasión, a través de una laberíntica historia que transcurre entre Bremen y un Estambul oprimido y convulso, mezcla la susodicha cuestión racial con el fallecimiento de un par de sus protagonistas.

La muerte de una mujer, en manos del anciano que la sacó del mundo de la prostitución, significa el pistoletazo de salida para que Al Otro Lado empiece a indagar sobre los sentimientos y las acciones del bienintencionado personaje del hijo del homicida; un turco que decide colgar su trabajo como profesor en la Universidad de Hamburgo para instalarse en Estambul y hacerse cargo de una librería especializada en literatura alemana, al tiempo que se embarca en la utópica búsqueda de la hija de la difunta con la intención de comunicarle la desgracia.

La cinta salta de éste al rol de la hija, una joven que alterna sus estudios universitarios con la militancia en un partido en la ilegalidad. cuyos miembros son perseguidos y acusados de terrorismo por el gobierno de Turquía. Una chica que verá tambalear sus valores morales y políticos al conocer la violenta muerte de su amante, una muchacha que, al contrario que ella, jamás había formado parte de ningún grupo político.

Al igual que en Contra La Pared, Fatih Akin se muestra frío con sus personajes, a los que maltrata física y psíquicamente sin pudor alguno, aunque, en su parte final, tal y como ocurre en el film de Susanne Bier, suaviza ciertos aspectos y otorga la posibilidad de un futuro menos angustioso para ellos; unos personajes, del primero al último, marcados por la soledad, el desamor y la violencia. Una violencia que se expresa en pantalla a todos los niveles: desde la violencia de género, pasando por la callejera, la que se genera a partir de la represión ejercida por un gobierno totalitario o la que aflora de la incomprensión social ante la homosexualidad.

Un poco de todo y bien contado, al servicio de un producto en el que la crudeza se alza como el máximo denominador común. La expiación como forma de expresión brutal: la búsqueda de la redención y el perdón por parte de dos seres que, sin cruzarse nunca, han convertido sus respectivas vidas en imágenes paralelas y con fines casi idénticos.

Últimamente y en forma de baño de sentimientos, la vida en su estado más descarnado se ha apoderado de las salas de cine. Me voy a por mi medicación. Hoy la necesito más que nunca.

No hay comentarios: