26.7.07

En contra del dicho, hay segundas partes que, en ocasiones, son muy buenas...

Danny Boyle, con 28 Días Después, me dejó bastante frío, sobre todo en su parte final, aquella que transcurre en un cuartel militar a las afueras de Londres. En cambio, 28 Semanas Después, la secuela dirigida por Juan Carlos Fresnadillo, me ha parecido un film espléndido; de lo mejorcito en el género tras La Noche de los Muertos Vivientes y ese trepidante delirio que atendía por el nombre de El Amanecer de los Muertos; aunque, de hecho, ni la entrega original de Boyle, ni la de Fresnadillo, son films de zombis propiamente dichos. Los seres ansiosos de carne humana que aparecen en ambos casos, son víctimas de un virus que les ha dejado en un estado de rabia latente.

28 Semanas Después empieza casi, al mismo tiempo, que lo hacía su primera entrega; justo cuando el virus hace pocos días que ha sumido en el caos a la ciudad de Londres y sus alrededores. Una introducción ágil, trepidante y contundente, deudora de la tensa atmósfera con la que Boyle arropó los treinta primeros minutos de su cinta, pero trasladando la acción, de las calles solitarias de la urbe, a la apacibilidad de la campiña británica. Y, aunque el realizador de Trainspotting intentó reinventar el género, Fresnadillo opta por ser respetuoso con las coordenadas habituales en el mismo. Una escena a campo abierto, deudora de lo mejor del cine de Romero y con un reducido ejército de muertos vivientes persiguiendo a los protagonistas, es un claro ejemplo de ello. Si a la misma se le añade la presencia de un helicóptero, planeando el vuelo a ras de tierra, tendremos, tal y como ha hecho el director español, una múltiple matanza, con cuerpos y miembros seccionados, que hará las delicias del público más adepto al viejo cine de horror de los años 70.

La acción del film, a parte de su tenso prólogo, se desarrolla (tal y como indica su título) 28 semanas después de haberse iniciado el mortal brote de rabia en Londres. La ONU ha desplegado todos sus efectivos militares a un reducido sector de la capital británica, lugar en el que ya no quedan restos de la epidemia. Ese será el enclave en el que irán reinsertando a la mayoría de habitantes que pudieron huir del país cuando se originó la catástrofe. Entre ellos, un par de hermanos que sueñan reencontrarse con sus padres, regresarán a la ciudad.

Fresnadillo, en la parte central del film, se muestra pausado. Va exponiendo todas las claves del mismo poco a poco, sin prisas. Juega con el espectador, pero sin engaños ni truculencias. Deja bien claro que algo muy gordo está a punto de suceder, con lo cual, establece una de las atmósferas más tensas y envolventes que nos ha regalado el cine fantástico durante la última década. Analiza, con mucha frialdad, a una familia que ha sido desmembrada debido a la aparición del virus. Los dos hermanos citados y su padre: la madre se quedó atrás, sin posibilidad de escapar de la carnicería. Hurga en la cobardía y la falsedad del ser humano y, cuando tienen las cosas claras, abre la vírica caja de Pandora y cambia radicalmente de tercio.

La segunda mitad de 28 Semanas Después es similar a una montaña rusa desbocada. De realización frenética (aunque controladísima), plasma la peor pesadilla colectiva jamás imaginada. La palabra exterminio, en este caso, es sinónimo de enfermedad y uniformes militares. ¡Piernas para que os quiero! Una dantesca maratón de sangre, vísceras y muerte, se apodera de la pantalla. Una carrera con una única meta: la de la supervivencia.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Pero ésta, pese a quien pese, mejora la primera. La fuerza de sus imágenes, y el magnetismo de un guión capaz de atrapar al espectador sin que desconecte de la propuesta ni un solo segundo, son pistas ineludibles que nos desvelan la potencia de un realizador que puede ofrecer más y mejores títulos en el futuro. Aunque ya dio buena muestra de ello en su intachable Intacto.

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