25.6.07

La música no amansa a las fieras

Un examen de piano ante un tribunal y un autógrafo, solicitado y firmado a destiempo por uno de los miembros del mismo, provocará que Mélanie, una metódica y altiva niña de 10 años, prepare una venganza modélicamente cerebral tras suspender la prueba de aptitud musical. No importa el tiempo que emplee en ella. Incluso estará dispuesta ha dejar transcurrir algunos años antes de llevarla a cabo. La cuestión es que ésta adquiera su cocción ideal

Así empieza La Última Nota, el excelente trabajo del realizador francés Denis Dercourt al que los traductores españoles, con tal de no perder su malsana costumbre de rebautizarlo todo, le han trastocado totalmente el significado del título original, La Tourneuse de Pages; epíteto que hace referencia a aquellos personajes que, actuando como ayudantes de algunos concertistas, cumplen su cometido pasando las páginas de las que se componen las partituras musicales a interpretar.

La Última Nota es una película que navega entre el melodrama y el thriller psicológico. No hay violencia, ni acción, ni escenas macabras, pero posee una espesa atmósfera de suspense y tensión que ya hubiera querido Alfred Hitchcok para alguno de sus films más reconocidos. Dercourt consigue crear y dosificar la intriga necesaria a partir de mínimos detalles reflexivos, en los que las miradas, los silencios y la magnífica utilización de la banda sonora, como elemento dramático, llegan a adquirir tanto o más protagonismo que la propia palabra.

La cinta se centra, ante todo, en la relación de fascinación que se establece entre la víctima y su ejecutor. La primera es Ariane Fouchécourt (una excelente Catherine Frot), una famosa concertista de piano que, tras un accidente automovilístico, vive angustiada por culpa del pánico escénico; la segunda es su verdugo, Mélanie Prouvost, aquella niña que en su infancia vio quebrado su futuro como pianista y a la que, en su adolescencia y a través de una envidiable composición, da vida una impasible Déborah François. Su férreo semblante, siempre dominado por la expresión de sus ojos, habla por si sólo. La maldad, en este caso, es el escalofriante sinónimo del apellido Prouvost.

El guión de La Última Nota, escrito entre el propio realizador y Jacques Sotty, es tan minucioso como el del engranaje de un reloj de precisión. Y es que, gracias a él, a la maquiavélica mente de la joven Prouvost no se le escapa ni un solo detalle; detalles que le servirán para construir una farsa teatral en forma de puzzle milimétrico: un rompecabezas diabólico que causará dolor en el lugar en donde más daño pueda infligir. Dolor psíquico, a veces mucho más desgarrador que el físico. Sus puñaladas son directas a la psique, de las que dejan heridas que marcan para toda la vida. No hay necesidad alguna de empuñar un arma para destrozar una vida.

Un film duro y que no admite concesiones con sus protagonistas. El odio, la rabia y la impotencia son los detonantes de la venganza. Una venganza que se pagará con el mismo plato, aunque éste, con el paso del tiempo, se haya enfriado demasiado.

80 minutos son los que ha invertido Denis Dercourt en su sobria y brillante propuesta. Una encomiable lección de economía cinematográfica al servicio de un film calmado, capaz de tomarse su tiempo para dar ciertos pasos y en el que la utilización de numerosas elipsis juega un papel importante en su narrativa. La cuestión es ir al grano y dejarse de tonterías que no llevan a ninguna parte. Y La Última Nota, aparte de llegar muy lejos, se convierte en un ejercicio de estilo cinéfilo y musicólogo de gran envergadura.

No hay comentarios: